Un idioma propio


MINKE WANG









NONADA.—Si pudiera ser también el fruto de un gran amor, pero solo puedo ser la leve huella de una conveniencia y aun de una convención, no digo que la carcasa hidratada no fuera una rémora farragosa pero, si bien liberada de la cárcel de herrumbre y felizmente sumida en la fisión continua de entidades heterogéneas, no dejo de preguntarme si me he perdido algo, ¿por qué la materia viva tiene esa necesidad de seducción y aun de resurrección?, ¿o es la falta de empatía el falso atolladero en que estoy abstraída sin experimentar la auténtica agitación de imbuirse en el flujo que reaniman cadáveres unidiversos?, ¿por qué acumulo tanta envidia activa al contemplar la sinergia que componen Ipsibidimidiata y Excepción, fundidos en sus respectivos disfraces, mirando, burlándose, molestando, y, al fin, intuyendo juntos la subida de la marea que ha de conformar un dique natural que contenga, sobre la tierra recién devuelta por las aguas, una leyenda de ternura simbiogenética? He aquí el sistema de arranque de una arrebatada ¿mendacidad?:

EXCEPCIÓN.—¿No he de hablar de la estructura ósea de tu tórax que parece amoldarse a los dictámenes del sexo regurgitado?

IPSIBIDIMIDIATA.—No hables de mí. No hables de mí.

EXCEPCIÓN.—¿Y no he de hocicar el quíntuple remolino, nido de una bandada de cucos saqueadoras, hasta captar sutil el aroma que lleva la avidez a centros movedizos de mancillada euforia?

IPSIBIDIMIDIATA.—No hables más y afianza tu aparato divisor para desgajar y hacer añicos mi perla tenebrosa. ¿Por qué no tomas a conciencia las medidas del cuerpo-en-consorcio y asimismo el control de sacudidas que con estrépito e hilaridad desparejos han de cacarear tu identidad de enamorado?

EXCEPCIÓN.—Pero ¡qué dices! Si quiero te rasgo con mi ejército de púas y gano, y si la victoria al alcance de las puntas me la trajere al pairo, escupiré abundantemente sobre el campo de ralladuras.

IPSIBIDIMIDIATA.—Calla calla, ¿o es que me vas a escupir entre las amígdalas? Atención, que como te engulla no va a reconocerte ningún miembro de la asamblea cuando te integre, si es que no te he diluido antes, a una fantasía aún más contraída.

EXCEPCIÓN.—¿Por qué no empiezas por mordisquear la yema de este dedo treñique?; si se dice que de todos los seres suprahumanos solo reconocemos a aquellos que una vez amamos, entonces emergeré con el cogote renegrido, estirando las cervicales como ballena que ha escapado del arpón y nada jubilosa, entre olas y plásticos y relámpagos, hacia la torre sola en mitad de las aguas.

IPSIBIDIMIDIATA.—¿Quién te ama a ti! ¡Quién te ama a ti?

NONADA.—¡O!

EXCEPCIÓN.—Puede que sea un poco precipitado pedir que nuestro altar se eleve sobre las barbas de grandes caracteres, desde que andamos persiguiéndonos por parajes de ficción, lo que a cada instante estaba por irrumpir...

IPSIBIDIMIDIATA.—¿Cómo saber que todo lo has estado incubando para mí antes de conocer siquiera esta actualización de mi organismo?

EXCEPCIÓN.—Allá por el medio evo liminar ya cresteábamos entre nubes bajas del Monte do Cinco Espejos, al pie del Anular fijamos nuestro encuentro en la calle de la era analfabeta.

IPSIBIDIMIDIATA.—Pero después de tantas eyaculaciones inefectivas...

EXCEPCIÓN.—Si estás pensando en cambiar de huésped, no funcionará.

IPSIBIDIMIDIATA.—¿De qué están hechas estas puntas curvadas, sílabas extranjeras en mi propio idioma?

NONADA.—Y se ha callado al tiempo que atraviesa un tamiz que precede a algo que no sabrá nombrar. Excepción se ha quedado turulato, y se lía aún más en la redacción del mensaje-paisaje; es posible que permanezca dilatadas unidades platónicas en vela garabateando, con la esperanza de que algún fragmento llegue a donde está Ipsibidimidiata; pero no hay ni un síntoma definitivo todavía, no tienen miedo de rebuscar entre motores de arranque y textos subrayados como estrategia de redacción originaria.

IPSIBIDIMIDIATA.—¿Plasmodio o mastigote, cómo será mi piel conteniendo tu piel?

EXCEPCIÓN.—Cuando se acrecientan los glandes agrupándose en tres o cinco: su impulso es el de los héroes que se levantan y bailan, bajan y alzan la cabeza, se reclinan o enderezan el tronco; ondulantes y equilibrados, desarrollan y varían sistemáticamente el juego de polaridades; el potencial vital que esa figuración está llamada a encarnar inaugura un trazo de sangre íntimamente tensionada que no ha de experimentar la puesta en abismo de una eyaculación.

IPSIBIDIMIDIATA.—¡O!

EXCEPCIÓN.—Bajo tu piel, circulando libremente por intersticios, pudiéramos restablecer incesantes un organismo en amalgama, rejuvenecido mediante la meiosis y la fecundación en régimen de autogamia, siguiendo el principio de no-usura y no-desgaste.

IPSIBIDIMIDIATA.—¿Dónde estaría el peligro entonces? No sé si me hace ilusión. ¿Qué hay de la intencionalidad que nos conduce afuera de nosotros mismos? ¿Del goce que se gana en incertidumbre al dejar de ser en parte, y nunca del todo, una misma? No quisiera integrar las polaridades en una entidad unificada que vuelve en absorción al fondo indiferenciado sino que, conectados a este, danzáramos como dos cabos diferidos que se desgajan en amplia escisión pero sin llegar a consumarse el desgarro.

EXCEPCIÓN.—¿Vas a engullirme o no?

IPSIBIDIMIDIATA.—...

EXCEPCIÓN.—¿Qué!

IPSIBIDIMIDIATA.—Ya estás dentro. ¿Es que no lo sabes?

EXCEPCIÓN.—¡O!

IPSIBIDIMIDIATA.—Pero seguimos siendo ¿dos?

NONADA.—Quisiera nacer ya al flujo de empatías unidiversas.






(Fragmento de Un idioma propio, de próxima publicación en la colección
Autores en el Centro del Centro Dramático Nacional)