Tres momentos en que me miré las manos
para comprobar si aún estaba dormida


DIANA GARZA ISLAS










AT-HOME PONCIO PILATES

La bruja del punto cardinal donde no existen zapatos
la alta nada y su dulzura

El hacha de piedra es trampa,
grita el niño desde la sala

sal rosa
escalo el Himalaya
en pantallas lo intento

se ponen sus sandalias
con un gesto de fíjate cómo me lo dices

vidas unicelulares, enanos
en globo

ayer cayó un meteorito en mi ciudad
y no estamos hablando de ello

¿ya le terminaron de cambiar las baterías a los pájaros?
¿ya podemos salir?

El niño de piedra es trampa,

sala desde la piedra

rodeada sin siquiera de dos caras
escribo para especialistas
en carne molida y futuras lenguas muertas

cuál verbo elegir
si vectores algo y sensación fantasma
o si lábaros y trinos

El grito del niño es hacha,
desde la rampa pierda

los sonidos aerostáticos
las mitras, su equipo de ocho hermanas
y el reptil reinante

los hechos no se corresponden
nunca con la realidad
excepto que ya estén

transmitiéndose en streaming

en ese caso, les digo

pongan la telenovela del doctor
y sigan las indicaciones:

tállense las manos
hasta que se caigan

salgan con su traje de astronauta
a visitar a Inés
sus pastelillos de masa madre
en miniatura

y que ella les diga qué hacer
si se toman la pastilla o no

o si alguien más se vestirá de azul
la próxima temporada

cuando lleguen a hurtarnos
hasta la palabra frescura, los grifos

—erosiones, líquida mentís—

y si vuelven no les digas que aquí sigo
gorda y suturada a cinco puntas
de estrellas que caminan

potable y vertical

sus ventosas adhiriéndose
con detenida emoción
a la misma cabeza que se va
a los cruceros, y da o no monedas
y da o no platos de arroz

da o no, conduce para ver
si las calles siguen donde siempre
polvos espectaculares, la espera
en material particulado

la absoluta falta
de cosas qué agarrar

hasta que el viento tope

con manadas de tiernos
bisontes renacidos

que cruzan sin mirar
hacia ambos lados del planeta—






LA MANO CONTRA SÍ MISMA

Eran escitas

en la batalla de los grillos
llegando en lugar de ya nubes
ya amadas nubes, llaves

con que cerrar el gas
que coqueteaba

esa noche aquella
en tu cabeza, que cocinaste

olor a clavo y otras cosas
menta, por ejemplo

diluida, lentamente
en tus tres mascarillas

limpias que quedaban
en la palangana azul

perfectamente limpias

para que nadie dijera que no fuiste
perfectamente responsable

de tus botecitos con leche

y de tus cuentas también
y de tus poemas dejados

bajo el refrigerador
como esperando que esa miel trocara

un día en verde por sí sola

junta, helada ya, juntada solamente
y similar al hielo, para ti, similar

a la ternura imaginada

al grillo que tu hija enterró
en su cajita, ya sin cerillos

ahí nada más como una carne
remojada en la nevera

porque así debe ser esa carne, dijiste

y el rincón que la guardaba, muy verde
también, ya de meses antes —así debe ser

sucio

la comida es sucia, es sucia
la comida es sucia

decías

imaginándote muy propia tú
tu propia entrepierna

que nunca te alcanzabas
¿recuerdas?

aunque usaste espejitos
(toda la vida)

y aunque usaste tintes también
para disimular el rastro

de sangre cada día en las orejas

¿te acuerdas del tono que usábamos de niñas?
¿te acuerdas del número?

y que no necesitábamos
entonces nada más—






MANUAL

Al otro lado de mis manos
existe una mujer
que escribe estas líneas

y no

no se trata de encontrar a la mujer
sino de acariciarla, sin que las manos

se nos caigan
de las manos.