Tres cartas a Ariadna
BEGOÑA UGALDE 1. Deseo desesperadamente que llueva. Que sea de verdad invierno. Así como quise tanto alguna vez venir a vivir a esta ciudad. Para que estuviéramos cerca. Para mirar la arquitectura alucinada. Salir a caminar por los laberintos estrechos. Diciendo esto no es Europa esto es el lejano Oriente todos los países de los que no sabemos nada o muy poco. Todos los países al mismo tiempo. La última vez que nos vimos, en nuestra ciudad de infancia, hacía calor. Fue antes de que te perdiera la pista. Antes de entender que no volverías. Comimos torta de manjar. Tomamos vino blanco con hielo. Los gatos estaban extraños. Nos rondaban. Se nos subían encima. Había luna llena. O casi. Se veía impresionante asomada desde la cordillera. Brindamos por ella. Por nuestro encuentro. Era tarde. Los regadores estaban encendidos. Miramos los arcos transparentes antes de derramarse sobre el pasto. Las figuras que se desplegaban en cada impulso de agua. Como mensajes escritos en piedras antiguas. Hablamos de indicios de vida en otros planetas. De las nombres y números ocultos en nuestros nombres. De las pinturas de los museos que te habían impresionado cuando vivías acá. Todo está escrito en el jardín de las delicias. Dijiste para tus adentros. Escuchamos canciones que nos gustaban en el año 2000 y algo SAY MY NAME SAY MY NAME
LOVE WILL TEAR US APART AGAIN CUÉNTAME UNA HISTORIA ORIGINAL Hasta que se acabó la batería de tu parlantito. Entonces seguimos acariciando muy despacio a los gatos. Conversando en voz baja. Como si fuéramos a despertar alguien. Pero la casa estaba vacía. Tu familia de vacaciones. Tú preferiste quedarte. Dijiste que te gustaba la ciudad así. Medio muerta. Aún lejos del mar, el calor sudamericano te había sentado bien. Tu piel tenía un nuevo color. Me preguntaste varias veces que tal todo por acá. Si todavía insistían en lo de lanzar fuegos artificiales cada fin de semana en prolongar la fiesta hasta que nadie pudiera seguir bailando. Decías que ahora te dabas cuenta de que no te gustaba vivir tan lejos. unoceanodepormedioesdemasiado
Al principio llorabas casi todas las noches. Habías desarrollado el hábito de buscar en el buzón alguna carta. Pero ya nadie escribía cartas. Ni siquiera yo. Que te había prometido una. Que podría habértela ido a dejar caminando. Y ES QUE AUNQUE VIVÍAMOS CERCA
ESTÁBAMOS LEJOS. Yo secando una y otra vez con un trapo sucio la
humedad del suelo y las paredes. Tú en otra órbita. No recordabas como fue que subiste al avión de vuelta. Tus amigos dijeron que estabas descompensada Des compensada Des com pensada
Yo te dije que era cierto y dijiste que ya nadie se atreve a hablar de
lo bello y lo triste a
quemarropa. Que a nadie le gusta que le digan que su casa está calentita gracias que al otro lado del mundo los niños mueren envenenados/ y la tierra se seca por dentro/ y el agua que antes regaba los campos ahora es un barro grisáceo donde nada germina nada crece nada puede llegar a ser. Ahora entiendo lo que te pasó. Empiezo a sentirlo. La navidad acá es fría. Pero no de nieve. Sino de neón. Un exceso de luces que intenta ocultar la desnudez de los árboles. La escasez o la torpeza del tacto. Antes de dormirnos sobre el pasto mojado vimos una estrella fugaz. Dijimos en voz alta nuestros deseos. Hablamos de volver a vivir cerca. De la humedad de la tierra como un alimento importante Ahora soy yo quien quedó lejos.
Ahora sólo sé escribir cartas. 2. Desde que te fuiste estudio los cuerpos. La forma en que se entregan a un espacio el lugar donde comienza y se agota la rabia la posibilidad de toda concreción. Primero me fijé en una joven sentada a los pies de un portal con la cabeza apoyada en sus rodillas rodeada de bolsas, llevaba medias a pesar de la altísima humedad. Pensé en las marcas de heroína y el sudor ocultas bajo la fibra sintética en la belleza ofrendada a las calles como si todos estos edificios antiguos fueran un gran templo como si estuviéramos siempre en deuda por ser parte de la euforia por respirar Yo llevaba sandalias ella pantuflas sus ojos a medio cerrar me sugirieron que todo a su alrededor era un sueño Entonces quise comprobar la materialidad de mi cuerpo. Fui a la playa. Entré al mar pisando las rocas resbalosas y el cemento que ha sobrado de las construcciones. Con el agua hasta el cuello observé la silueta de otra mujer que flotaba rodeada por la tela de su burka. El género negro cargado de agua era una bandera de paz. (Yo en cambio llevaba la parte de debajo de mi bikini dos triángulos naranjas que dejaban ver mis estrías) La rodee de lejos como una medusa consciente de que su electricidad irrita. Sólo su rostro sobresalía/ su cuerpo abierto/ sol de mar negro/ permanecía hundido. Su gesto era una definición absoluta del placer. El agua estaba sucia tras la tormenta. El tren de la costa pasaba rápido cortando en dos la playa cada quince minutos. Como esos espectáculos de magia donde a las mujeres las dividen el cuerpo con un sable. Mi desnudez me pareció de repente extraña. La piel también es una tela, pensé una bandera que debemos aprender a retirar del medio. Algunas personas saludaban desde las ventanas del tren. Me pregunté si podrían verme los pechos desde sus asientos si notarían que aún llevo adentro restos de leche materna si podrían reconocer mi confusión. Ella y yo fuimos un espectáculo breve. Ella y yo compartimos trayectos de peces muy blancos. Los sonidos encapsulados la vibración amortiguada por la sal. La disminución casi total de la velocidad extranjera. PD: Yo amé tú cuerpo cuando decías que te dolía todo y el cuerpo de la chica que dormía drogada y la chica que flotaba extasiada y también el cuerpo de mi madre cuando me visitó en otoño y la acompañé a probarse tres vestidos en rebaja y vis sus carnes flácidas y llenas de manchas que seguro son todos los secretos que no se ha atrevido a contarme y las cartas que escribió para sí y que son también un arbusto cargado de poderes curativos. 3. Me gustaría hablarte del sentido de pertenencia a un lugar sin esquinas donde todo se mueve lento y el corazón cambia de sitio al ritmo de corrientes subterráneas Lo cierto es que antes fue la fiebre y el sudor la dificultad de existir fuera del cuerpo de mi madre digerir su calostro ganar peso por tener el esófago incompleto el estómago como signo de interrogación Últimamente he recordado esa noche donde todo se fue a la mierda: después de la fiesta mear la rueda del auto de la policía. Que te pidan los documentos cuando aún tienes los pantalones abajo. Por un momento olvidarse de ser ILEGAL de tener los papeles VENCIDOS y reírte del uniforme. Del gorrito. De las condecoraciones. DEL ARMA DE FUEGO. Del acento exagerado. De tanta seriedad impostada. Que te multen y reír más fuerte tirar al aire los últimos billetes que te quedan aún sucios con cocaína. Ver como se mojan con tu propio pis. Intentar recogerlos. A cuatro patas por la vereda. Ser detenida. Detenida/ Detenida/ Detenida
Por mear la vía pública la propiedad del Rey la autoridad del Estado COMO UNA PERRA Repetir desde el retén muchas veces el mismo rezo: La guerra es un estado mental/ El Estado es una guerra/la guerra es un estado de las cosas/ la guerra es un idioma que nos obligan a aprender/ para encontrar trabajo/ para encontrar casa/para saber de memoria los múltiples nombres de la muerte hasta olvidar en qué consiste que deje de funcionarnos el corazón ¿Sabías que las aguas del cuerpo son las emociones? ¿sabías que llevamos en la frente una marca que es un triángulo invertido? Puedo verlo cuando te enojas o cuando ríes hasta que se te ponen los ojos rojos Con todo esto quiero decirte: Siento que ya no vivas aquí pero hiciste bien en volver el cielo está siendo violado día y noche por aviones que intentan cambiar el curso de las aguas y desdibujar nuestras nubes y memorias Sin embargo he logrado atesorar tres recuerdos de infancia dos son difusos ya nada me pertenece ahora solo sé escribir cartas volveré a cruzar el océano volveremos a dormirnos de la mano sobre el pasto húmedo de tu jardín. |