Ternura sin voz


VÍKTOR GÓMEZ










la pura desilusión ¿dónde nace?
—roto el espejo ves sin devolución
otra imagen que no es tuya —lees
en la irreconocible presencia un hoy
sin limbo y sin juicio, sin teatro —lees
la compleja y no manipulada ciudad
de sentidos y sensibilidades brotando
en un vacío que quiebra cristales.
eres contrariadamente inabarcable,
finito, finísimo hilo en la gran madeja
y aún respiras… eres ternura y temblor.
¿amas? ¿amarías? amar te es violento
no amar es imposible —aún respiras
entonces, el cómo relumbra polífono:
en mi boca degusto y escupo suave
palabras que retuvieron los muertos
no son mías —pues— ¿de quién son?
¿qué hacen entre tú y yo —ahora?
—releer no es asumir el mundo, dicen,
releer no es llegar a una conclusión,
quienes releen están conversando
desde las cuentas infinitas del daño
—en las viejas dependencias renovadas
del Palacio El Hospital La Iglesia
enmudecidas cicatrices en sombra
han sido borradas inútilmente
olvidando que las palabras arrasadas
germinaron en labios de orfandad:
se recibe —escurridiza— la palabra
usura, y se viste de moralidad fina,
se cruza —incordiosa— la palabra
ética, y se embriaga con egoísmo
—se recicla cínicamente cada idea
que iba o venía de sanar los vínculos
y se desautoriza la retórica cotidiana
—el poeta llega a los postres —ayuna
del dogma a la verborrea, se sacude
todas las palabras —escupe— tose,
esconde con sutiles trazas su dignidad
en la calurosa mañana; febriles aires,
incautas luminarias, dóciles susurros,
vagas danzas, apuntes a escondidas:
(decía) el silencio no es sólo una herida,
una lesión, una llaga, un daño, una furia,
es y sería —en luminosa penumbra—
forma otra y sublime desde el cuerpo
de ser atravesada (por) lo suficiente
para desmentir y desordenarlo todo,
bajo lunar tensión y argucia creativa,
no hacia la orilla del abismo, más allá
de la pobreza de la razón, límites y azares.
el silencio no es sólo impotencia, secreto,
poder, avaricia, arrogancia, es inconclusa
emulsión —humilde equilibrio— una flor
que crece despacio, acariciada, besada,
y un día huye de su propia corona: canta sin voz.