Terneza

NARES MONTERO










Emerge de la profunda cordillera abisal.
Es médula temperada, tuétano blando,
una visión hacia el interior
que demuestra sus formas: El trueno,
la cuerda, la mano, la pausa.

Sobrevendrá el cambio y tantas cosas sin salida.
Sus invisibles surcos susurran suavidad casi perversa,
sin mirarse ni entonar silbido que delate el apaciguar
de su tacto.

Desde el otro lado palpa las escaras
en que el cuerpo se apoya, acaricia
a los gatos que nos acompañaron,
calma con su arrullo redondo, abriga
con la manta de su huella.

Se puede percibir, cerca dulcemente

de los lejanos al amor, atenta
a los gemidos, al calor y sus murmullos,
presta, ligera, como la pequeña luz de una estrella.