Oniromancia III. Destrucción de Realidad

ANTONIO F. RODRÍGUEZ

            







I

Aterido, me arrojaron a la Discrepancia, porque los soñadores deben fluir y toda patología es iniciática.

Me ofrecieron palabras como huesos, palabras como runas, para la destrucción de Realidad.

La oniromante las pronunció con su lengua de basalto, emanada en intersticios, mundo tras mundo tras mundo:

voz/sarna/nos/apenas/ánfora/ser/en/,/zanja/sal/nos

Probé miles de combinaciones, sin lograr hacer mella en la Estructura.

Al cabo, sepultado por eones y kalpas y estrellas famélicas y larvas del más negrísimo abismo, transformado en hiper-momia, en hiper-delirio, en hiper-tiempo, con  dedos como sarmientos feroces alcancé a formar esta llave gnóstica o martillo nouménico o agua conjetural:

apenas sal nos sarna voz, en ánfora nos zanja ser

Y fui absorbido y descoyuntado por una grieta de Realidad, y multiplicado en estratos ferocísimos y cosmos necrosados, y con mis huesos se irguió un Templo de Ira, y con mi piel se tejieron sudarios de dioses, y mis palabras humanas refulgieron en frontispicios, en aras sacrificiales, en salmos impíos, y el olvido me engulló al fin y unas nano-mentes tentaculares empezaron a reconstruirme desde la huella mnésica del cosmos más aberrante, y me dieron forma y temblor y materia, y me arrojaron a mundos incipientes, desdoblado en cuerpos infectos o hermosos, pútridos o generadores de vida, multiplicado en fantasmas, en laceraciones, en arbotantes infinitos, y todos los orígenes me traicionaron, y todas las lenguas me infectaron, y todas las realidades me forzaron a despeñarme en ciclos eternos, hasta la abyección final, hasta la apocatástasis, y de pronto toda esa marea de vidas desdobladísimas y hambrientas se concentró en un único punto, y fui arrojado a una semilla que devino tallo minúsculo cimbreado por un viento compasivo, sostenido por cuatro centímetros cúbicos de tierra, y descansé al fin, por un tiempo, en una calma estigia, temeroso de la curiosidad y de las llaves que pretenden abrir Realidad, porque Realidad es el tallo minúsculo y el viento sereno, el sostén pobrísimo de la tierra en mis raíces, la linfa que retorna y sube y cuida, ya no desear Grandes Misterios ni Pruebas del Espíritu sino tan sólo cumplir la fotosíntesis, por este tiempo, todo lo que dure mi duración sumisa e insignificante, todo lo que se me permita ser zanja de voz y apenas borde en algún intersticio olvidado entre realidad y sueño, el ánfora de nuestras ambigüedades, rastro para el hambre que siempre es ahora y siempre es futuro.






II


La hiperficie es una membrana que soporta los estratos ontológicos. Se prolonga en una ligadura transtemporal. Es un campo de inmanencia trascendental y una interfaz sonora.

(Esto es una imagen válida para una topología imaginal. Pero nada es nunca sólo imagen o imaginación. Nada es nunca sarcófago sólo.)

Los niveles de realidad hunden sus tallos, como nenúfares, en los poros de la hiperficie.

Los niveles de sueño se ahúsan como una nube en torno a la interfaz sonora, atravesando todos las capas de realidad como una línea geodésica trazada en el superespacio (Hypnoespacio K).

La hiperficie vibra al roce de la onda óntica. Si la hiperficie tiembla, tiemblan los tallos y las realidades. Si la hiperficie se agrieta, se desencadena la vorágine o colapso de realidades.

Sueños y realidades caen entonces unos en otros, devorándose en la interfaz sonora de la hiperficie.

Surge entonces una meseta híbrida donde el sueño es matérico y la materia está ocluida por raros opérculos y moldeada por flujos, por espasmos, por demencias, por incendios.

Los seres brotan primero en la hiperficie, luego en la meseta. Desorientados, deambulan por páramos de altersombra. Sin soporte, se encierran en una crisálida que crece sobre su piel como un crujido de arenisca.

Un órgano arcaico semejante a un corazón se forma en el interior de las crisálidas. La suma de latidos añade seísmo a la onda óntica, moviliza los afectos, descondiciona.

La hiperficie vibra y transmite la linfa de sueño a los estratos donde somos larva, aún.

En la parte del Temblor, donde toma materia y noema, la linfa tienta los nuevos límites de Realidad, sus poliedros ávidos, sus devenires.

Los seres nacidos en Realidad sufren porque añoran el gran regazo de la membrana sonora, el amnios del principio sin origen. Añoran una música rota anterior a las constelaciones que gobiernan su miedo. Creen que su amputación es todo lo que hay. Creen que su mente es todo lo que vibra. Piensan en larva y descrean lo que piensan.

Lo único que perdura en la traslación es la crisálida.






III

Hundí en cada hogaza un latido, para compensar. Ofrecí, en la plaza, el pan de piedad, el pan del llanto.