Maldita luz


ALEJANDRO CÉSPEDES










DEVLIN A SU HERMANO MENOR CUANDO COMPARTÍAN LA MISMA CAMA.1


El amor es una llama con apetito de arder más.
San Juan de la Cruz

Tu cuerpo tan menudo
tendido ante mis manos en la sábana,
he de decirlo ya, me desespera.

Noche a noche tu inocente caricia
al reposar tus muslos en los míos,
tu pecho adolescente entre mis brazos,
tus apretadas nalgas en mi vientre,
en la almohada, tan próximos, tus labios
y el olor de Moussel entre tu pelo.

El sueño de la noche se hace sueño que vela.
Adoro introducirme contigo entre las sábanas
y luego, cuando ya estés dormido,
despacio, destaparte y contemplar tu cuerpo.
Nunca existió más cauta seducción.
No hay desnudez más limpia ni que me ensucie más
ni que me abrase menos con sus llamas
que ni puedo atizar ni convertirlas en ceniza fría.

Verte es todo mi éxtasis, tan imposible amor.
No hay de tu piel un pliegue que a tientas desconozca,
ni un solo poro donde no haya visto ir brotando tu vello.
Son tantos mis insomnios y mis caricias tantas
si abandonado el cuerpo reposas en mis brazos
y me apoyo en tu espalda y te rodeo
y entretejo en mis manos el calor de tu piel.
Te adoro, sí, te adoro, mi inviolable secreto.
A nadie más que a mí le perteneces
ni nadie te amará mudo y absorto,
aunque nunca lo sepas,
como se adora a un dios ante su altar.
Únicamente vivo para esperar la noche,
vivo para el momento de rozarte,
por desnudarnos juntos sabiendo que más tarde
habrás de ser en mí lo más hermoso.
Únicamente en mí lo más hermoso.






LA INFECCIÓN DE LO HUMANO
CANTO VI2

Maldita luz la que nos hace sólidos y nítidos
porque es como un estigma que viaja en el recuerdo.
Desde la soledad a la esperanza
surca el tiempo con las alas de un súcubo.
Todo ángel es terrible.
Ofrece transgresión y paraíso, es promesa y nostalgia,
símbolo del olvido a pecho descubierto,
fervor que no vacila ante el hermoso
y desnudo animal que nos entrega
el peligro que abunda en su belleza.   
 
Maldita sí, maldita, porque esa luz, cimiento de la duda,
se mofa de esta vida que baila alrededor como si nada
se pudiera poner bajo sospecha.

Toda tu gravedad succiona esa materia
que aún me reconoce como suya,
y sin embargo…
nunca he sido tan hombre como ahora,
siervo de tu ternura, devoto de tu especie,
no hay modo de eludirte, todo es inevitable y anaerobio,
morir en ti es una algarabía, respirar tu veneno,
dar voz a los instantes que torturan
este silencio que a los dos confunde.   
                                                 
La obsesión de tu aire es la que ahoga.
No hay piedad,
es todo tan real que ya no queda sitio para el símbolo.
Ese olor que dejaste en riguroso préstamo
se clava entre los riscos del recuerdo
igual que las pezuñas de los íbices buscan sobre el abismo
una mínima piedra en la que asirse.
Tu ofrecimiento resulta insoportable.
¿Con qué derecho hiere tu esplendor en la hierba?
¿Con qué derecho tú?
Toda la extravagancia de tu vigilia aúlla, suplicio inconfesable,
devastador prestigio de apariencias mutadas.
Nunca soy menos hombre que ahora mismo
en las garras de tu melancolía,
esa insaciable y cruel desproporción
entre lo que se anhela y su recuerdo.

El amor que se otorga mientras se finge el sueño
no es amor, es limosna.     
Pero Girondo insiste diciéndome al oído:
No hay ternura comparable
 a la de acariciar algo que duerme3,
mientras Chantal le cuenta al otro oído:
Es cobardía amar a un ser dormido4.

Maldita luz la que nos hace cautos e indecisos.
Siempre es mejor amar a un cuerpo muerto,
pues suponiendo incluso que el ángel me ciñera
contra su corazón, la fuerza de su ser me borraría5.
Sabemos desde Rilke que lo hermoso
es heraldo que anuncia lo terrible.

Nunca soy menos hombre que ahora mismo.
Ya no tengo que andar sobre verdades.

La carne se ejercita en hacer que germinen
sus cosechas de óxido y una música abona
los campos del destierro.

Tanta debilidad en la belleza…




Notas

[1] Este poema, escrito en 1978, se publicó por primera vez en 1984, posteriormente sería incluido en el libro James Dean, amor que me prohíbes (Pamplona. Pamiela, 1986).
[2] Este poema fue escrito en marzo de 2020 y publicado en el libro La infección de lo humano (Madrid, Huerga y fierro-Rayo Azul. 2022)
[3] GIRONDO, Oliverio. “Nocturno”; Veinte poemas para ser leídos en un tranvía. Madrid: ALLCA XX, 1999.
[4] MAILLARD, Chantal. Poemas a mi muerte. Madrid: Ediciones La Palma, 2005.
[5]
RILKE, R. M. Elegías del Duino, “La Primera Elegía”. Versión Juan Rulfo. Ed. Sexto Piso. México. 2015: Y si un ángel/ inopinadamente me ciñera/ contra su corazón, la fuerza de su ser/ me borraría; porque la belleza no es/ sino el nacimiento de lo terrible; un algo/ que nosotros podemos admirar y soportar/ tan solo en la medida en que se aviene,/ desdeñoso, a existir sin destruimos./ Todo ángel es terrible.




(El autor juega aquí con dos momentos y dos poemas separados en el tiempo por más de cuatro décadas. En el primero se genera un recuerdo que perdurará y al que se da respuesta cuarenta y dos años más tarde con el segundo texto publicado en 2021.)