Los paisajes que sueño están contaminados

SARA MARTÍN









Paisaje 1

El plan es poner el despertador a las cuatro de la mañana
y  sentarse a esperar la interferencia
de un pensamiento lesivo que nos indique por dónde.
Resulta agotador tener que existir ininterrumpidamente,
con la seguridad de estar desatendidos.
Antes de que se forme el siguiente pensamiento
y  te entren ganas de hacer esas cosas que se hacen todos los días como andar o cubrirte
la cara con las manos,
probaré a cumplir un ejemplo catastrófico con total determinación,
al menos una vez a la semana.






Paisaje 2

Todavía era de nuevo octubre,
decidíamos algo que después resultó no ser tan importante pero que en el momento
desde luego lo parecía.
La luz era distintita,
como venida de otro hemisferio;
los árboles preferían no mirar,
se dejaban mecer por esa brisa recalentada pensando en otra cosa.

Ya que no somos la misma persona,
si quieres puedes decir tú y yo de vez en cuando,
pero no hay modo de saber menos de lo que sabemos,
que sigue siendo poco más que nada en absoluto.






Paisaje 3

Estamos en la piscina con la espalda perfecta,
brilla una piel geométrica que no ha sabido proyectarse.
Una y otra vez  por megafonía,
repiten nuestros nombres falsos.
Tumbados de perfil nos mece el suelo caliente,
el agua no es azul, pero es muy clara de todos modos;
con la pupila abierta ves mil ballenas diminutas
 recorrer el fondo en diagonal.
Seguro que hay alguna novedad iluminada y sola
 en la pila de revistas;
 si es que aún seguimos despiertos
quizá esto sea al fin el extranjero.
Siento una especie de fe multiplicada,
un furor ártico.