La mujer que es ahora un cyborg


UXUE JUÁREZ









La mujer que es ahora un Cyborg que es ahora un tumulto de carne con dos aparatos conectados (uno en el brazo derecho y otro en el primer flotador de grasa que recubre su estómago) cruza la transparencia e intenta invadirlo todo de blanco. Pero no puede. Sube a la terraza. Un pie otro el otro pie el otro pieotro. Ya no sabe qué pie. Ni siquiera qué hacer conesepieese. Qué escalón toca ahora. Piensa en los cerdos a los que ha visto morir en un vídeo de Facebook. Un cerdo asomaba el hocico por uno de los huecos de la estructura metálica y un chico de unos treinta años acariciaba los orificios. Lloraba. El chico lloraba. Quería liberar al cerdo. En qué piensa un animal cuando quiere liberar a otro. En qué piensa el animal que puede, que intuye, que va a ser liberado. Quizás en una hogaza de pan. O en una playa. Quizás en nada. O quizás en que delante tiene un cable metálico y después otro que avanza de manera perpendicular y después otro y otro. Y así se va tejiendo la malla-bosque. Así se va tejiendo el encierro, ante nosotros. Sin verlo. Sin apenas un respiro, un echarse atrás para decir mira cómo se va tejiendo la malla alrededor de mi cuerpo. Mira cómo se van introduciendo los pinchos en la carne en el ojo en una pezuña. Mira cómo aquí, delante, padeciendo y sin entender apenas, una enredadera metálica.
Tras el anterior resumen de lo que soy ahora sólo intento adaptarme. Adaptarme.  Adaptarmeadaptarmeadaptarmemeadtaratarme. Atarme a algo para no perder el pie, para no perder el pie que me sujeta ahora a la escalera y que, de algún modo,
me eleva.
Un parche.
Algo. 
No sé, una suela sujeta a un chicle que estiro o un chicle que se pega al zapato para seguir manteniendo la sensación de algotesujetaaotroalgonotemas.
Piensa algo desde eseotro borde. Como si pudiera. Como si pudiera cruzar al otro borde.

Como si un día en mitad de una hoja,
un bosque.
Como si un día, en mitad de la pantalla que aprieta y ahoga,
una raíz
una rama
la voz del bosque que impregna.