La máquina de Edén
RUBÉN MARTÍN Acero, lana y caucho en superficie de
terror, técnica mixta:
si no crees que es acero deberías
decirlo,
acercarte más a él desanudando el laberinto de tu lengua y tus pulmones, la maquinaria tuya, en pie contra este cuadro, decir el acero como parte infectada de tu respiración, plaga de mariposas en la nieve es la imagen que convoca la escalera de tu mente que desciende por el blanco nudo espiral —esa es la escena, espiral-mente, espiral-soga. Deslumbradas. Las mujeres. Que miran pese a. Ciudades. De ceguera. Universos
de. Son tres y
te están. Mirando. Pese a la. No puedo
pronunciar. Esa palabra.
No está. No puedo pronunciar la. Parte
infectada de tu respuesta orgánica:
Tratas de descifrar el texto de la
luz.
Nadando túes olvidados, asimétricos. La plaga como un braille de gritos alfileres. Superficie y fondo se agigantan bajo la red del tacto, en la no-médula. Toda tu mente
una huella
dactilar reescrita en cada púa del alambre. Pero hablábamos de un cuadro
que no existe. Podríamos llamarlo Die Edenmaschine. La máquina de Edén. Técnica mixta sobre fondo de terror, rojo de cadmio y óxido de hierro, laterita,
color
siena. Tierra de sombra tostada. Recuerda a aquella carta del Tarot, la torre asesinada por un rayo. Azul índigo, donde los agujeros. Donde. Tú. No se puede huir ni avanzar se puede solo trocear en islas partituras residuos de memorias
de
naufragios
maletas dentro de recuerdos de madera,
agujeros a cuerda de violín, ponlos en marcha,
flujos de capital atornillados, torniquetes, dales cuerda a punta de tendones: víbranos:
me acuerdo de la realidad : aquí no cabe : no ha cabido y “por eso”
“se acercan las voces”
“azules como
magma” “y las”
“palabras” “respiran” “no es un sonido
palpable”
“más bien” “un
resplandor” “cabe en un alveolo
de tu
pecho”
“metálico”
“hazle nido”
“a
aquellas”
“tres” “mujeres”
“carne
para
el”
matadero. Míralas
“a
los”
“Ojos”
“apenas”
“pueden
ver”
“tienen los ojos reses”
“han comenzado
a caminar” “no se
piensan”
“detener”
“no les importa la”
“ceguera” la ventisca
el alud …………………………………………………………………………………………
Ellas sí avanzan. Hacia ti. Dentro del nudo
espiral, de la memoria-nieve. Mejor mirar al cuadro;
trazos de acero, lo que escribe en
la piel humana un accidente; cicatrices a lo largo del
asfalto, quemaduras de goma; hilos radiales en el vientre del
neumático, en el rostro
de los parabrisas; fibras de seda víscida;
todo paralizado, todo en pausa,
todo su peso a punto de caer sobre tu cráneo, un cataclismo de- tenido; un torniquete;
de
qué hablan estos nudos de
materia, suspendidos, aéreos,
haces de lana cruda, ebria de polvo y humedad, alguna insinuación de sangre, qué diálogos de azufre con azufre por puentes de hidrógeno dentro de la cutícula, qué
delirio de hélices, trabándose enredándose hidrofílica hidrofóbica ciega de destrucciones micro- scópicas igní- fuga, elástica,
sometida al imperio del telar, su
hieratismo de arneses y metales. La máquina de Edén no
dejará que veas
el espasmo de la oveja en el umbral del sacrificio, el ciervo, la raposa, jesucristos, ifigenias ; vertida toda sangre en el altar,
todo el olor del miedo y de la mierda, tumescente ; sólo verás
urdimbre, trama, consecuencia, opacidades : hemos regresado de una guerra
here are the young
men,
the weight on their
shoulders
dejando atrás
las cóncavas naves
espero ser recibido con el perdón de mis numerosos crímenes
de mis hombres que volvieron con la mirada muerta
portrait of the trauma and degeneration yo no, volví
con
ojos de toro, para ver
cómo la sangre, también,
regresa a casa
salga
un sendero de púrpura a su paso dijo
Clitemnestra, y dije un
hombre soy: me causa escalofríos
pisar estos prístinos bordados Un esclavo
desató mis sandalias
y hollé el
reguero como un halo de tiniebla su perversión fulgura bronce de
mala
ley, roído por el
uso y los golpes
entré
en la mansión, desoyendo las voces como magma —no veis a aquellos
jóvenes
where have
they been sentados ante palacio
son como niños
muertos en las manos de sus seres queridos
Una esclava
preparó el baño, y fui mi propio huésped con las palmas
llenas de
carne que es
su propia carne, se
ve cómo sostienen intestinos y
vísceras, ¡ay! En la tina de plata
no de madera ni de arcilla
yací tratando de cerrar mis ojos
como los ojos
muertos y vertió
sus aceites de rosa y azafrán quise que entraran en el agua
negruzca los soldados, las cúpulas en llamas, las cenizas de Ilión
mecidas por el viento las
ropas de los vencidos
Pero la red
cayó sobre
mis ojos
devoró
mis
ojos como una férrea malla
el velo sobre el rostro, aleteando al ritmo de la respiración Y la red cayó en
mis
venas. Y fuera de la red el hacha se detiene, arma de afilado filo, parece no avanzar, durante la pausa publicitaria te has ceñido la
suprema corona,
inolvidable: sangre que
ningún dios podrá lavar; ahí sigue, detenida, sin
caer; y mientras mires ese cuadro seguirá suspendida, tal vez, debes mirarlo más y más, mirar un cuadro que no existe, que ni sabes si existe, acero y lana, vestigios de un futuro matadero, azul, rojo de cadmio, viviremos en la pausa, en el aborto de un instante, fondo color tierra tostada. Cuándo esa masacre. Cuándo el hacha — agujeros en el lienzo, memorias
de martillo, fusibles, faros de xenón, hay algo en la naturaleza humana que empuja a esas tres mujeres hacia la luz
impronunciable, hacia tu forma de decir acero, se acercan, están al filo
de quemarse, fotogramas documentos
maletas
cabelleras
no las mires o seremos devorados,
mejor mira la hipnótica presión de las celdillas, fotogramas, la red contra tu aliento, interpuesta entre tú y la imagen que se
acerca, que de repente
arde y todo el celuloide consumido
de esas tres mujeres
se transforma en pigmentos para el fondo, todo su frío y la
sospecha
de que eran las
Erinias, las Benévolas, ardiendo,
o tal vez refugiadas que
huyeron de Troya, por mi
infortunio he muerto antes de morir,
ardiendo, ya no
importa, el fuego ya ha reescrito el cuadro entero, los trozos de metal caen como meteoros, provocan danzas de luciérnagas. Es como un niño
que corre tras un pájaro alado, y causa entre los suyos aflicción. La torre ha sido derribada. La oveja desangrada. Nieva papel en llamas. Brillo de mariposas devorado por hormigas. Un libro golpea sus nudillos
contra el suelo del museo, el polvo y la ceniza. Entre sus páginas aún puede leerse. Cantar
es existir. |