Fronteras para una metamorfosis
 


AITOR FRANCOS








La flauta negra nos la tallaron de                            
viva madera, y ya llega la danzarina.

Paul Celan



La alucinada con su maleta de piel de pájaro
huye de sí misma con un cuchillo en la memoria.

Alejandra Pizarnik




I

El viento del derrumbe
dispersa
sombras. Voces distantes
desde dentro de la piedra, materia
floreciente que afina
el aire. Y caen los huecos
de las lamentaciones
al cuerpo de la larva.




II

Ceguera errante aquello que no fue
adobe.

Con la primera voz
de la muerte se abrieron cavidades,
hojas de mapas
en la orilla del salmo.
Las copas de los cedros
hablaron
y apenas el hombre circundó la tierra
hubo palabras desprendiéndose
de la verdad

y muertos mendigando superficies.




III

Lo leímos en un libro: hay templos
incendiados si sangra
la oscuridad.

Hundo mi morada en la contemplación.

El pasillo y su larga tachadura.
La corrección sin fin de lo callado.

Sueño con comprender las estaciones
antiguas,
catalogo armisticios y espejismos.
Ni siquiera es mío este espacio ruin
de la desposesión.
Un centón de huesos emborronados
refuerzan la muralla
donde ahora es pedregoso
archivo el tiempo.

Salvo yo nadie puede
hacer nuevas excepciones con la muerte.
Ejerzo de esquirol
para quienes reconstruyen la luz.

Venero la necedad de la ceguera.
Desmontar completo el escenario.
animará el hechizo.

Tendré otro exilio en la deformación.




IV

Poco sé de las fronteras que no
dan sombra pero explican una vida.

Guardamos canicas en féretros,
urnas de mimbre, arcones de flotante paz
metalizada. No fue buena idea
despertar en otra infancia
sudores de amatista
sacados del pulmón de los muñecos.

He manchado con sangre
la claridad de la metamorfosis
mientras miro caer el agujero.

Levanto del vista del suelo para
plegar el laberinto
y deja de florecer la extrañeza.




V

El escenario aprieta las preguntas
con ortigas y mochuelos.

Nada es medible en el pantanoso
atril de la oración.
Si bordeo la muerte
el polvo sella mis sueños
entre gestos de renuncia y azogues fantasmales.

Se despeina el bosque de las fronteras.

Circundada de islas
una edad donde pudiéramos soñar.




VI

El cuerpo de la larva es un descanso
de la oscuridad.

Tantea las paredes
tratando de agrandar
el espacio de huida,
y escapa del perdón de no estar limpia.

Las palabras salen a recibirla,
como medallas falsas,
resbaladizas, muertas unas encima de otras,
preguntando por un
dios irreconocible.




VII

Escarba en lo que pierdes.

Serás un hueco más
donde baje la marea.

Después de morir
se prohíbe pisar
la hierba para hacer
preguntas.