Ellas

LOLA NIETO







Son idénticas. Las dos abren la puerta, saludan, cierran la puerta. Caminan por un pasillo largo y ancho. No se puede saber adónde va. Camina él detrás de ellas y mira cómo avanzan. El paso es sincronizado, exacto. Derecha e izquierda y así. Caminan juntas, muy juntas, la pierna derecha de ella y la izquierda de ella tocándose. Una manta las envuelve. Un extremo echado sobre el hombro izquierdo de ella y el otro sobre el hombro derecho de ella. Él camina detrás. Llevan zapatos idénticos. Calcetines idénticos. Él camina detrás y no sabe adónde le llevan. El pasillo es largo y ancho y a los lados, esparcidos por el suelo, hay juguetes. Se giran. A la vez. De pronto. Ya están frente a él.


-    Queremos pedirle algo muy importante para nosotras.
 
Hablan a la vez. No. Habla una y la otra mueve los labios, como si hablara. O habla también. No se puede saber.

-    Es algo realmente importante y por eso le hemos llamado. Nosotras vivimos aquí. Nosotras deseamos morir aquí. Nacimos aquí cuando era invierno. Quisimos nacer a la vez y nuestra madre no pudo soportarlo. Ella murió y nosotras estamos aquí, vivimos.

Hablan. Habla ella y luego ella. Eso parece. Parece que mientras ella habla ella mueve los labios, luego al revés. Pero no se puede saber con seguridad. Es confuso. Habla o hablan. Habla y hablan. Lo mismo da.

-    Nosotras nacimos cogidas de la mano. Así. Nos cogimos de la mano antes de nacer y así nacimos. Quisimos nacer a la vez y cogidas de la mano. Lo conseguimos. Quisieron separarnos, pero no pudieron. Los médicos pensaron que estábamos unidas por la piel, pero eso es mentira. Estamos unidas porque nos damos la mano y nunca nos hemos dejado de tocar. Estamos unidas porque queremos y nadie puede ir en contra de lo que nosotras queremos. Siempre ha sido así.

Cuando ella habla parece oírse un eco pequeño, como si ella también hablara. Y al revés. Cuando luego es ella quien habla parece oírse un eco pequeño, como si ella hablara también.

-    No somos hermanas. Esto es otra cosa. Nos damos la mano. Alguna vez hemos dejado de darnos la mano pero no podemos contar lo que hemos visto. No se puede saber. Y no lo haremos más. Esta casa es muy grande. En realidad no sabemos cómo es de grande. No se puede saber con precisión.   

Se giran a la vez. Siguen avanzando por el pasillo. Él camina detrás. Llevan el mismo peinado. Tienen el pelo corto. Rizos de color blanco y a veces morado, depende de cómo dé la luz. Tienen la cara idéntica, maquillada igual. Los párpados verdes, los pómulos rosados, los labios rojos. Son viejas. Muy pequeñas de estatura. Sorprendentemente ágiles. Tienen ojos pequeños y negros, muy brillantes, como cuatro gotitas de petróleo. Cuando miran, sus rostros parecen separarse ligeramente de los cuellos. Así miran, con esa enorme avidez. Los ojos, redondos y negros, miran con la curiosidad transparente y la inocencia de los perros. Miran así, pero a veces de mucho mirar no parecen ni tan curiosos ni tan inocentes, parece como si hubieran visto algo que no se puede saber. De pronto vuelven a girarse. Ya están frente a él.

-    Vivimos aquí. En esta casa. Es enorme. Nunca hemos salido. Creemos que fue nuestro padre quien nos encerró en una parte de la casa. Nos traían comida. Un día nos dejaron de traer comida y cuando tuvimos hambre golpeamos la puerta hasta romperla. Encontramos a un anciano muerto en una habitación. Creemos que era nuestro padre. Lo lavamos y lo peinamos, lo tumbamos sobre una cama y lo hicimos desaparecer. Creemos que hicimos lo correcto. Desde ese día nosotras mismas nos procuramos la comida, la hacemos aparecer. Pero esto es distinto. Esto es realmente importante para nosotras. Necesitamos su ayuda.

Vuelven a girarse. Siguen avanzando por el pasillo. Él camina detrás. Susurran y ríen, una risita corta y pícara. ¿Quién ríe? ¿Ella o ella? Ríen a la vez o es ella y luego ella. En este instante empiezan a cantar:

el universo aquí
nosotras aquí
nosotras o el universo
gira gira gira y vuelve a girar
cómete este pedacito de canción  
y harás que todo vuelva a empezar

Se giran y le miran fijamente.

-    Aquí puede suceder todo. Pero no se puede saber con seguridad. No podemos salir de aquí, pero necesitamos que otras vengan. Por eso le pedimos su ayuda. Para que otras vengan y continuar. Quizá seamos nosotras mismas las que siempre volvemos. Eso no se puede saber. Tampoco importa. Importa que ahora necesitamos su ayuda. Siempre la necesitamos cuando llega este momento. Y usted siempre está aquí. Queremos que nos una. Ahora sí. Queremos que nos corte la carne por el mismo sitio y que nos una por el hueco. Lo hará. Sabemos que lo hará. Ahora sí. Sabemos que sólo así, gracias a usted, moriremos a la vez. No estaremos nunca solas. Sólo usted puede hacerlo, si lo hiciéramos nosotras mismas dejaríamos de darnos la mano. Y eso no lo haremos más.

Él camina por el pasillo, abre la puerta y sale. En el exterior es invierno. No sabe muy bien dónde está. Se mira las manos y en una de ellas lleva su maletín, en la otra todavía tiene una mancha rojiza. No sabe muy bien dónde está. Recuerda algo, la música de una canción, quiere regresar, volver al lugar de donde viene, saber qué ha sucedido. La música de la canción se borra y no puede retener la melodía. Oye llorar a un niño. No, una niña. Recuerda. Es una niña. No, dos niñas o una niña. Una niña y dos. Oye llorar. A la vez. Ellas nacen cogidas de la mano. Recuerda. Eso acaba de suceder. Sí. Por eso ha ido a la casa. Por eso está ahora aquí. Por eso tiene una mancha rojiza y su maletín. Por eso camina, sigue caminando y todo siempre continúa: así