el día que tuve que dejar de creer en el amor

ÁNGELA SEGOVIA










El niño del ramillete blanco continúa marchándose pero ya anochece ya amanece y el niño del ramillete continúa marchándose siempre con el autobús con las ventanillas estando abiertas y con el viento que pasa   La vaca no consigue avanzar porque la calle continúa siempre anegándose aunque ya atardece ya amanece y la calle continúa anegándose mientras descendemos y vemos una vaca que no consigue avanzar por la calzada con corriente marrón donde el niño del ramillete conduce una canoa cualquiera una canoa amarillo con naranja cualquiera por entre los edificios de postal de ladrillos rojos y mi compañero de asiento del autobús me señala a su amiga que está sentada ahí detrás y que continúa colocándose la mochila mientras descendemos del autobús y dice es majísima mírala mientras continúa señalándola con su dedo y me dice lo único malo de ella es que todavía cree en el amor    Pobre    Y continúa dándome un codazo mientras se ríe de lo muy superado que tenemos nosotros el amor mientras ella continúa creyendo en el amor    Pues yo veo a la chica y resulta que viste una camiseta horrible -juro- y no puedo evitar ahora relacionar con ella la idea del amor y continúa siendo fea la camiseta de la chica    Es un problema el que tengo ahora pienso un problema problema el que tengo ahora que el amor por relación metonímica con la camiseta fea de la amiga de mi compañero de asiento de autobús me parece feo feo mientras el muchacho del ramillete toca el pelaje de la vaca que se anega un milímetro y el ramillete continúa cayéndosele al agua a causa del despiste para siempre