Dual


ESTHER RAMÓN










Extenso de noche te vi, eras un atleta, un ayudante, y yo un paralítico que leía. Mi cabeza se expande a través de colinas fecundadas por conejos, miles de arañas explotan en pequeñas detonaciones, seré veloz en la unión de sus cálices, en los núcleos derramados. Me dabas de comer pan y de beber pan, con grandes manos, movías y frotabas mis músculos inertes. Recorrías después la casa entera, de una pared a otra, y con los puños abrías pequeños boquetes en las lindes para liberar a los insectos atrapados en tu estela, en mi ansiedad de ámbar. Eras lo erguido y yo tu sombra. Me rezuman las cejas, las pestañas; un zumo saturado de color.







entré y me sentaron en primera fila mi gemela se alimenta de bayas que me explotan después en el estómago nada reserva del dormir empieza entonces mi acarreo las grandes masas que emanan de su parálisis hay que variar el protocolo separar lo mineral en tres estratos lavando los olores en una de las salas adyacentes sus ojos se mueven de mi velocidad a la suya y de nuevo a mi retina recorren la casa en el trabajo de distribuir cajas de diferentes formas y tamaños sin mezclar sus tonos las va encajando en el perímetro de la pared que nos reúne y recolecta un inicio bifurcado en ramas
 m e a g o t a r e s p i r a r s u o x í g e n o y a c e r c o n e l l a







Vuelvo del sueño y no encuentro mis contornos. Sumergía allí un regalo en la pecera: una tela de tonos marrones que con el agua se hacía pez. Sólo podía verse hoy, un día al año. Al mirarlo con atención veía su sombra, otro pez gemelo, y los dos se perdían en el cristal entornado del fondo. Me mojaba una y otra vez los brazos, hasta el codo, como si me adentrara en las entrañas de una res parturienta para traerlos de nuevo, pero ellos volvían a deslizarse, y así muchas veces hasta que decidí soltar y les sentí nadarme, cuando ya no importaban vigilancia ni riego, recorrían mi interior y yo era ojo y también pecera, era cristal entornado del fondo y esta dualidad que tan suave se desliza.







cuando sueña me arranca me lleva a un cuerpo que manipula unos paneles dobles o triples que se cuelgan en la pared y requieren precisión / a otro que se encorva sobre una mesa en la tarea de corregir lo escrito / a otro que escucha la misma rectificación geométrica en la música sabiendo que la forma y el tejido no se corresponden con sus colores de paño esos hilos me visto en el encuentro mi doble me ayuda a liberar el agua de la barca anegada nos despedimos sin vernos sin que ella sepa que ya no camina por la línea o derrame de su miedo







Fue el jadeo de lo que estaba arriba el que levantó mi sueño como una manta, y estabas allí, tan absorto en tus cálculos milimétricos que no te despertó mi grito ni el cielo raso ni el frío del desollamiento. Tus ojos estaban hendidos, sin sus párpados, y cada vez más abiertos parecían decirme que esa era tu forma de estar en mí, superponiendo pequeñas superficies con atención extrema, que ese era tu único tu posible abrazo. Me clavaba palabras mientras arriba seguían mugiendo en intervalos regulares, porque sabía que sería capaz de acarrear al afuera todo eso, sacarlo líquido o condensado, pero que nunca tendrías la carne suficiente, la caducidad suficiente para sentarte junto a mí, para cogerme la mano y decir que no con la cabeza. Que me dejas respirando sola la combustión del hibisco izado en la ventana, escuchando el jadeo que se agota en los pisos superiores, en suspenso presente mientras trabajas sin oírlos y yo te tapo, sin poder ya dormir, para no derramarte.