Desfile de orugas RAQUEL RAMÍREZ DE ARELLANO A Paca Aguirre
Cuatro horas después de la
catástrofe todos los tenores de tres al cuarto
incendiarán sus Olivettis con el nombre de la dignidad en
letra cursiva –pensé-.
Pensé también que casi todas las especies de lepidópteros son nocturnas y pasan inadvertidas la mayor parte del invierno; mejor, para el ahorro en protección solar; peor, para el consumo de aceite de las lamparillas. El día del cataclismo se celebra
mañana; las estimaciones siguen siendo sometidas a
revisión y el mapa se despliega repleto de fosas cerradas
–las lombrices criban su relato como el último swing de un
golfista -Pensé-.
¡ARRIBA LA REPÚBLICA!
¡Saquemos del horno el pan
de torrija y el arroz con leche de las alacenas!
¡Los sueños se han quedado detrás de los aleros, al borde de las cornisas! En mitad de tu cráneo se recuesta
con urgencia el trazo de la línea de crujía de una
embarcación pequeña como una mota en la tela de un lienzo
antiguo.
Envejecer es volver a tener 9
años – pensé-
Poder contar el horror gracias a las metáforas confirma la triste hipótesis –pensé-. No somos más que
gimnastas patosas en el campo de rugby de la poesía; otras saben
adaptarse a las nuevas tecnologías y venden sus muecas desde las
oficinas de fomento: todo, la cáscara de la crisálida, a
un euro.
En el valle de La Fueva las moscas
tienen las alas de nieve y sobrevuelan el terror de su alfombra
alrededor de las farolas. También los gusanos hacen alarde de su
adolescencia y celebran el botellón de la desventura ante los
ojos abiertos, en estampida, de las estrellas.
Las gatas paren su dicha en un cesto de mimbre y ordenan educadamente el camino de ascenso por la escalinata de piedra -deletrea cada palabra, cada triste mueca -pensé-. El pórtico de entrada a la
memoria ha abierto sus puertas: pasen y vean.
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