Asémico lento


FRANCISCO JOTA-PÉREZ









Entonces hendieron su costado, que era como una mujer viviente, y luego rellenaron su costado con carne. Y Adán pasó a ser enteramente psíquico. Y se le acercó la mujer espiritual, habló con él y le dijo: "Levántate, Adán". Y cuando la vio, él dijo: "Tú eres la que me ha dado vida; serás llamada madre de los vivientes" . (Queriendo significar:) "Ella es mi madre, ella es la comadrona, y la madre, y la paridora". Entonces las potestades se acercaron a su Adán, pero cuando vieron a su viva semejanza conversando con él entraron en gran agitación y la desearon. Y se dijeron unos a otros: "arrojemos nuestra simiente sobre ella". Entonces la persiguieron y ella se mofó de ellos a causa de su demencia y de su ceguera, y se transformó en árbol ante ellos, dejando caer delante de ellos su sombra, que es una semejanza de sí misma. Los arcontes mancillaron abominablemente (a esta sombra) y mancillaron el signo de su voz. (Esto sucedió) a fin de que se condenaran a sí mismos en su hechura y en la semejanza de ella.

Hipóstasis de los Arcontes




En torno se apaga
el cambio.
Dentro de las criaturas otras se guardan sus verdaderas constituciones, se mueve un hambre que sigue una inercia aún por descubrir, se describen los grandes cielos envolventes del significado, de los significados secundarios a los que el pasado había acostumbrado.

Cae
el momento.
Los impulsos simples del ensueño apenas retienen algo de la luz y el humo del día; por lo demás, lo hecho se atenúa como una escobilla un instante antes del cierre de lo desecho, la deposición se expande, una cubierta ambarina recorre toda construcción, la detención se consolida no solo en los entretejidos de la edad sino también en las formas por las que avanza la ruina, en el andar quebrado, en la ausencia de respiración de los que parecen dormidos aunque animados por el límite superado que ha conducido al vacío.

En torno se apaga el cambio, cae el momento, hay un verano perpetuo y, más allá, el espacio desocupado. El sopor, el espacio. Sin queja alguna, solo un leve sollozo que compite con los últimos animales. Lo que ahora compone el espacio es únicamente muerte, un diagrama oscuro al que se ha desgajado la referencia, los órganos sexuales de la sombra, desgarrados por esos que cuelgan y se comprimen en las esquinas desde las que han libado de los vivos —al fin la sombra se ha secado y el diseño queda completo.

Lo que ahora compone el espacio
es únicamente muerte.
Haber mirado garantiza un lugar entre los restos de esta lentísima y automática desaparición que paradójicamente es dada por cómo la angustia y la prisa y el deseo sin concesiones rellenan los intestinos una vez los arcontes han extraído la esencia; haber mirado y recordar el futuro en este preciso instante, qué se aprenderá entonces: una compresa sucia abandonada en la cuneta, jeringuillas entre los arbustos del parque, furgonetas de cristales tintados, la perla dorada en la habitación roja, runa y escombros meramente pornográficos, que no significan nada por no apreciarse que la naturaleza se haya abierto paso aún entre ellos, y el corte vertical en la muñeca izquierda de un bebé.

La realidad de las potestades
queda completa.
El trauma de la expulsión a la quietud de un paralelo inmutable agrieta la imaginación, ya hemos llegado a la vía ciega donde nos destilamos solo por ser, al transtierro donde nos mordemos las lenguas, este escenario que, de una vez por todas, nos iguala.