antonio francisco lisboa1  -el aleijadinho-

con sus manos hace lo sagrado

MARÍA ROSA MALDONADO









inclinado     ausente     sobre el pecho de la madera
sin darme cuenta voy
sin darme cuenta vuelvo
y siempre me acompaña     lo que viaja conmigo

ella es quien me mira     -madre      y más madre por pena de mis penas-
la que aparece
brotando del polvo de la tarde      para secar mi frente
hundir su mano entre mis costillas
 
en la intemperie  blanca que me asiste
una cabeza humana
o    sobrehumana    -cuál es la diferencia?-
abre su boca      debajo de mi boca
como la de una cobra      hambrienta     bajo el sol

a la que yo alimento     con pedazos   
de carne    de mi carne
que saltan      como las pardas  semillas del acanto
desde mi cuerpo     hacia la realidad

labran       en la oscura madera
la pavorosa  belleza    de lo impuro





roja como el cinabrio - II

sin haber estado estuve
sin haber visto yo vi

roja como el cinabrio está  mi cara
- ese rojo     surgido de la primera noche de los mundos-
no de nacer      sino de resistir

aun veo      esos cuatro caballos    -caballos que no vi-
oscuros y potentes
en lágrimas perdidos     alzando sus hermosas cabezas de caballo
hacia el cielo
y  locos     perdidamente locos  por las calles en llamas

(vila rica    
la lujuria del mal  nunca podrá borrarse
y ya no habrá  -aunque haya-  agua limpia en el pozo     pájaros en el cielo)

mira:    por siempre y para siempre     allá van los caballos:
abriéndose       hacia los cuatro puntos cardinales
disipado     en el fuego del aire     el aliento sagrado de sus bocas
arrastrando         los dentros        -rojos como el cinabrio-
de filipe dos santos





partículas de dios - III

Pero lo infinitamente pequeño
es mucho menos visible” 
Blas Pascal

dios     es tan pequeño
tan pequeño     tan ínfimo
que nadie puede verlo

tan        incomparablemente    exiguo  y singular
que aunque todo  lo llena
no es posible      -ni en sueños-  vislumbrar     la feroz  densidad de su vacío

en la suave esteatita      en su polvo   finísimo y caliente
que llegó hasta mis manos  
desde el quinto milenio de otra era
descubrí su presencia:      átomos de dios     partículas de dios
amonites sagrados

él es
el animal que vive  en la casa del agua
el que hace y deshace las arenas del mundo
con la velocidad  de lo imposible

lo capturé  en los ojos   del profeta ezequiel
y desde allí     nos mira





viento blanco - IV

“Ay dios habría que hablar
de la felicidad de morir…”
Enrique Lihn – Diario de Muerte


(soñé que caminaba      y soñé que veía
pero tengo      dos soles negros     cubriendo mis coroides
y quebrados los huesos)

mi cuerpo se despliega en otros cuerpos:
-como matriushkas rusas-
uno dentro del otro      y del otro      y del otro

es al más pequeñito    al que busca la muerte
el que ya se ha girado     con codicia   hacia la paulatina inconsistencia:

el corazón  olvidó su tarea     los huesos   su tarea    los ojos
la garganta   ya no sabe tragar      tan solo la cabeza   aún recuerda
todo  lo que ser cuerpo significa       y lo mantiene unido    
como una luz real     en la cueva del sueño

y  la alquimia del alma?
ah      ella pone sus manos en las mías.






Nota
1Antônio Francisco Lisboa, hijo natural del arquitecto portugués Francisco Lisboa y de una esclava negra, conocido como el Aleijadinho (del portugués el "Lisiadito"), Vila Rica, 29 de agosto de 1730 o 1738 – id., 18 de noviembre de 1814, fue un escultor, imaginero, y arquitecto brasileño. Es considerado el mayor representante del estilo  barroco en Mina Gerais (el barroco mineiro) y de las artes plásticas en Brasil, no solo en su época, sino también durante la Colonia. Varios son los historiadores que consideran al Aleijadinho el mayor representante del Barroco latinoamericano. En su edad adulta contrajo una enfermedad deformante, posiblemente lepra, lo que no le impidió continuar dedicándose a su actividad artística, haciéndose atar las herramientas a sus manos deformes y dolientes. Sus obras más destacadas son la fachada de la iglesia de San Francisco en Ouro Preto, su ciudad natal, y las esculturas, el púlpito y los altares del mismo templo, así como el conjunto escultórico que representa a doce profetas realizado para el santuario del Buen Jesús de Motozinhos.