Par coeur 

(tres fragmentos larvarios)

LAIA LÓPEZ MANRIQUE

l

(i)

Una noche, KÖHLER se sintió muy libre. Como nunca se había sentido. Ahí, en el lugar donde era esclavo, donde se le acotaba y se le restringía. Donde todos limitaban con él, con su trabajo, con sus manos, con su papel, con su entrega. Se sintió libre allí donde normalmente era - calibrado, escrutado, admirado, sopesado. Qué responsabilidad enorme, casi insoportable. Y, sin embargo, se sintió exageradamente libre. Tanto que tuvo que comunicarlo. Bajo el foco. Sobre el rostro, bajo el foco, exactamente ahí. Ejerció el arte del desafuero. Tan grande era la euforia, la plétora por la libertad ganada, ni siquiera conquistada -casi azarosa.

Y había alguien más, alguien más bajo el foco. Alguien a quien se podría llamar- “ella”. Porque al menos eran dos los focos recortados. Estaba el foco bajo el cual estaba él, y estaba el foco que partía de su mirada.


Un lugar donde sentirse libre, pensó ella. La ficción, la mirada, el foco. Ambos focos. Y la música. Por qué no decirlo. Acompañaba. No, no acompañaba: era el foco. El tercero de los focos era la música. Cenital, omniabarcante, como una caricia disfuncional y dirigida.


Ella venía -no importa de dónde. También de un lugar en el que había sido esclava. Observada o abandonada. Donde todo había partido, dejando un espacio baldío, inacabado.Qué era lo que había conocido. Ya ni siquiera lo recordaba. Hacía años, había amado a alguien. Pero también se había sentido prisionera. Por haber amado y no hacerlo ya. Por haber abandonado y haber sido- abandonada. Por deber sentir- pesar, rencor, amistad, pérdida.


Sin embargo, un día ella se sintió obstinadamente libre. Sin mesura. Advino de pronto. Al levantarse de la cama. Ella confiaba en las horas estrictas, escrupulosas, del despertar. “Awake”, lo que decía Jim Morrison en aquel poema de An american prayer. Y sintió exactamente eso. Como una pluma de ave cayendo muy despacio. Fue un despertar suave. Por primera vez, ocurrió sin violencia. Una mañana. Se sintió depurada, desposeída del peso. No había ya nada obligado. Ninguna obligación más hacia aquel amor con el que había guardado una deuda durante tanto tiempo.


Entonces, ella estaba bajo el foco- el que KÖHLER había dispuesto y proyectado para ella. Y estaba, además, el foco de la música. A través de la música, atravesando la música, y en el foco, en la mirada, como expresión de toda sustancia posible, ya nunca más contenida, rotando de un polo de libertad a otro, agonísticos, desatados, ellos en-con-tra-ron ¿un lugar donde sentirse libres? Ella habría jurado que así era, en el intercambio, un eros deslindado, sin hacer, como una hogaza de pan semicruda: así era el deseo a través de la música. Y del foco.


Él se sentía muy libre y la miraba. ¡Pero cómo! Y además, extendía para ella la música. Fuente del deseo, la música y el foco. Porque ella deseaba, por encima de cualquier otra cosa, la música, que años atrás había abandonado.


Para ella, la música era exactamente eso. Un lugar donde sentirse libre, que se arrepentía de haber abandonado, cuando decidió encadenarse al pensamiento, a la palabra calcárea, sonora pero hirsuta, en su contra. La música no la había abandonado a ella, aunque ella-como a menudo prefería hacer- había negado la música que salía de sí. Pero cada vez que oía música le volvía a suceder. Las notas le hablaban, como en un dictado, ¡le gritaban su nombre! Se es esclavo solo cuando algo se niega, se bloquea o se tapa. Por eso la música la perseguía.

(...)

(ii)

Extiende el poema bajo la lente, bajo la mirada esquiva. Ella suele hablar de cosas estrictas. Se derrama tensando, aguzando el texto hasta que puede sentir que se clava en la piel como una uña.


Bajo la lente, bajo la mirada esquiva y lacrada hay al mismo tiempo la fruta y el cansancio. Ella no dice nada, espera como un hígado sulfúrico, preparando el encuentro con quien apenas huye-comparece, como si en los labios de quien huye-comparece estuviera cifrada la vida restante, la vida rasposa que ha de derramarse todavía. O ya no, piensa ella, con miedo: “el mundo en el que teníamos que vivir es ahora el mundo en el que tendré que morir.”


En el poema como un arcón mundano y diletante, en el alimento. Por carencia. Por contracción. Por sinapsis. Habita. Averigua dónde me escondo, en qué lugar de la escucha, en el de quien recibe o el de quien entrega, en el que delibera o en el que aprehende. Es rigurosa, su vida es rigurosa, luego despreocupada, luego un agujero del lado del estómago, luego una munición. Salvaje. Por no haber gritado cuando la puerta se cerró sobre el pulgar y la piel se levantó dejando sangre. Por haber dejado caer la piedra  pensando levemente en la venganza.

(...)

(iii)

voz:



en la cama sobre la cama adolecido adormecido el cuerpo o lo que podría llamarse cuerpo si dijésemos

extensión

brida

cavidades

pregnancia


lo que otros llamaron cuerpo si dijéramos

hambre o reverberación


la mano toma la disposición del legajo y arrancando de un golpe las prendas que cubren se hunde y acaricia


volvoretta los labios a veces sangrantes

lúpulo en fricción

abrasadura

precipicios


el deseo es adoración es humillación

abajo

más abajo


el deseo es humillante, repite recordando cómo mientras veía aquella escena de Blue Velvet oyendo al mismísimo Frank Booth hundía la mano en su sexo mojado

ella entonces era Frank y era Dorothy era Frank en Dorothy Dorothy en Frank los dos segregados y reunidos

disyunción

o

goce 

desierto


la casi adherencia



.

su deseo es su propio objeto

voracidad de animal deshojado y almizcle a cierva en la boca


deseo sin radiación

con

impureza


cascarón- tamarindo- acueducto- flujo helado en el vientre


ella aparta


empuja


el deseo


dice:

“todo lo excesivo nos convierte en larva”



*




ESCENA 2



voz


Alguien se pregunta si será Ella quien empuje la puerta

quien en ese momento comparezca


Alguien desea la entrada de Ella en la esfera mental en el plano de lo imaginario

de la fantasía inenarrable



Alguien la desea tubular y lípida

amoldada a un lecho de sacrificios

reinando sobre el colchón su efigie distanciada y severa

Ligeia la de Poe incorporándose en su rostro

el rubor de una muerta

y Alguien sabe:

no podrá con su cuerpo

quedará expectante al pie de la cama observándola

en parálisis

el cuerpo concreto por el cual lo amoral sería perpetrado


o bien

Ella

comenzará a masturbarse ante sus ojos


Alguien dirá no puedo tocarte

cada cuerpo en un extremo

separados e imperantes en su parcela asignada


Ella acariciará los labios los contornos de piel suave bivalva con sus grandes ojos entornados mirando a Alguien de frente


qué piensa Ella

qué siente Ella

al ser mirada y al mirar como Alguien


violenta

extendida

cristal doble atrapado por las noches blancas donde Alguien imaginaba su turgencia

la curva de la espalda

derribada

(...)