La hiena


LAURA A. ARNÉS




buscar es hacer lo necesario para que ocurra algo. no era esto y sin embargo. buscar viene de conquista, pienso sentada en el bidet, de ganar, de soñar. pero el cuerpo es como un cansancio. como el tronco de tomate alto y escualido que até a la varanda del balcón para que el viento no lo rompa. ese que da frutos arrugados. pretensión a medio camino. un fracaso, un descalabro, una caída.


cuento: tres tonos rojizos, uno marrón, grados de humedad variable. sigo con la bombacha manchada en los tobillos y el coagulo entre las piernas. rastro resplandeciente hasta el desague. grande como una mano, negro. y una resaca de tres meses sin alcohol. el dolor es un ahogo o un relámpago. sangre de mi sangre. me espanta el cuerpo cuando es un rigor.


entonces me arrodillo. me acerco al coagulo en cuatro patas. lo huelo. quiero pasarle la lengua. lo toco en una caricia monstruosa. digo algo en una voz y él abre la puerta del baño. limpio lo que hay debajo de la gelatina oscura. le meto los dedos, lo rasgo. es una fascinación. un amor que no conoce de especies. él me mira con ojos que no sabía, ojos sin párpados.


en el pasado también me sentí animal. en cuatro patas también chorreaba pero reía. como hiena, reía. y la lengua de él entre mis piernas. los lengüetazos desde la uretra hasta el ano. y los dedos y la mano. y entonces sí: el cuerpo. el cuerpo que siempre cae y se desmorona. y el aire que sobra.


pero no fue ese día. hubo otro donde todo era un encanto. no estabamos solos. entre los cuerpos y las luces había sombras. la música caía. y la ropa. otros se acercaban advertidos. la que ahora separa las piernas en el bidet se había sentado con las piernas abiertas y la boca ansiosa: -todo, quiero todo adentro. las manos y sus uñas, pijas, tetas, lenguas, saliva. todo. ambiciosa había soñado tener hasta alguna palabra.


pero el cuerpo denso siempre se impone. fuerza un descontrol que hace de las imaginaciones esquirlas. pequeñas púas que se abaten, leves. lo que había buscado no importa. importan las verduras lustrosas que cortamos juntos en la música suave. cebolla de verdeo y berenjenas sombrías como el coagulo. la acelga que empieza como un abánico termina triturada. hay que comer porque a la noche la sigue el día. y la noche.