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Diálogos de la serpiente

JUANA ADCOCK

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i suoi margini dove il selvatico ripresse territorio”

Cesare Pavese




1

 

Cuando se dio cuenta de que ella también le temía, volvió al balcón, donde al principio la había confundido con una cuerda colorida. Se recostó en el suelo y esperó, mirando el miedo apoderarse de su cuerpo: remolinos de náusea por sus extremidades, sudor de hielo negro, el aliento adelantándosele en carrera1. Quería huir en todo momento, los oídos rebozando de siseo y cascabel. Pero recordó cómo la serpiente se había escabullido en un destello, de vuelta a la selva invasora, tan pronto como la mujer diera un paso de más. La idea de una serpiente temerosa le ayudó a quedarse ahí hasta la hora de la comida. El animal no volvió ese día, pero la mujer se decidió a repetir el rito cada mañana a la misma hora. Darle tiempo, incluso si necesitara mil años, y permitirle a ella tomar todas las decisiones. La mujer se tumbaba siempre en el mismo sitio, de lado, alineando el perfil de su cuerpo con el de la montaña, la cadera puntiaguda como pico nevado2. El miedo como sonido en bucle con el tiempo se iba desvaneciendo.


La serpiente miraba de lado, refugiada en sus distancias, y cada día se acercaba mínimamente, tratando de establecer si la mujer representaba una amenaza. Fueron siglos antes de que la mujer lograra aflojar la mandíbula y permitir que salieran sílabas. Entonces hizo todo tipo de preguntas absurdas, y la serpiente, inesperadamente, respondía. 

 

M: Serpiente, ¿qué opinas del monoteísmo? Ya que todo es sagrado, digo

 

S: Mujer, los humanos necesitan organizarlo todo. Los mensajes deben ser empaquetados de manera que les sea inteligible, de otro modo, se perderían 

 

M: Por eso la misa es didáctica en su estructura, como una obra de teatro, es lo que estás diciendo 

 

S: Sí, pero lo sagrado también se construye a través de la repetición. La repetición es bien amada por los hombres

 

M: A ti tampoco te disgusta, ya que vienes a verme todos los días 

 

S: Se está bien en esta roca 

 

M: Hay incontables otras 

 

S: Bueno, ¿y tú? ¿por qué estás aquí cada mañana? 

 

M: Es buena atalaya3. Me gusta mirar el valle durante horas, tratando de comprender sus contornos, la crudeza de las rocas, su impulso. Creo que tú entiendes esto mejor que nadie. Y, Serpiente, ¿sabías que los científicos aún no entienden bien cómo te mueves, y a velocidades tales? Lo investigué 

 

S: Tienes que apoyarte en superficies desiguales, levantar las ondulaciones de tu cuerpo. Crear fricción con unas partes y flujo con otras. Reunirte en tu centro y luego dispararte como en tiragomas. Se siente bien 

 

M: ¿Te guías meramente por tus deseos, o cómo sabes a dónde ir? 

 

S: Yo sigo el deseo como quien sigue un hilo de luz, o una canción a medio recordar que no puedes sacarte de la cabeza. Siempre voy en busca de la siguiente nota… Imagina el deseo como una alcachofa. Hacia el corazón, cada pétalo se hace más fina hasta que es apenas del grosor de un cabello. En el centro no hay nada más que una fuerza magnética, como el ojo de un ciclón 

 

M: ¿Es algo que piensas o algo que sientes? 

 

S: Para mí no hay diferencia. Sólo los hombres quieren irse del cuerpo, definirse como intelecto en oposición a él, como Descartes4. Yo uso mi cuerpo como una herramienta de conocimiento 


M: También sabes enroscarte alrededor de las cosas, formando muchos anillos en torno a tu presa 

 

S: Esa es una practicidad nada más. No lleves la analogía demasiado lejos 

 

M: Volvamos al ciclón, entonces. El deseo es esencialmente una fuerza creativa, si entiendo bien 

 

S: Ni creativa ni destructiva. Es sólo una fuerza, como la gravedad. Piensa cuán absurdo sería intentar escapar de esas leyes 

 

W: O inventar una religión sólo para intentar reprimir la gravedad. Adoraríamos a una mujer voladora que jamás necesitó poner un pie sobre la tierra 

 

S: No seas burra. La religión no fue creada para reprimir el deseo. Sólo está ahí para ayudarnos a guiarla y utilizarla, como buey que tira de la carreta. De la misma forma que usamos la gravedad para operar péndulos, molinos, y todo tipo de máquinas 

 

M: En ese caso, ¿qué significa la imagen de una mujer pisando la cabeza de una serpiente? 

 

S: Fíjate cómo la mujer no llama a nadie a que le maten a la serpiente. Lo hace ella solita, con el pie descalzo. Y ni siquiera necesita pensárselo. Simplemente lo hace, de manera espontánea. ¿Por qué elige la cabeza, y no, por ejemplo, el cuello? 

 

M: Porque ahí está el veneno, o para evitar que la serpiente se vuelva sobre sí misma y la muerda 

 

S: Sí y no. La verdad es que elige la cabeza porque ahí es donde reside el intelecto. La imagen habla de esa desconexión de la que te hablaba antes

 

 


2


Muchos días pasaron así. Cuando finalmente la serpiente se sintió completamente cómoda en su presencia, pasó lo largo de su cuerpo frío por la cintura de la mujer, recorrió sus muslos, se enroscó en su brazo como el suntuoso brazalete de Cleopatra. Así se quedaban un rato, quietas, envueltas la una en la otra, hablando. A la mujer siempre le sorprendía lo pesada que estaba la serpiente; el contraste de su peso contra la fluidez de sus movimientos. 

 

M: Serpiente, de todos los animales en el libro del Génesis, eres la única que habla. ¿Por qué? 

 

S: Porque he sabido hacerme flauta, permitir que mi ser fluya fuera de mí, ahuecarme como junco y perforar mi pecho para lograr el sonido correcto, alinearme con un aliento divino 

 

M: ¿Divino? ¿No se suponía que representabas al demonio? 

 

S: Toda inteligencia es en parte demoniaca5, piensa en el sentido griego del término daemon: es algo con lo cual se tiene una conversación. Piensa en cómo toda la civilización oscila entre dos números. Hoy en día hablamos el lenguaje binario, el 0 y el 1: toda información está compuesta sólo de esto6. En términos más cartesianos, hablaríamos del 1 y el 2, en el sentido de la completa unidad versus la separación. Por eso los humanos tienen dos piernas, dos brazos, forman parejas y organizan sus vidas siempre en torno a la unidad y la dualidad 

 

M: Y tú tienes dos ojos. Y la lengua bifurcada 

 

S: Tienes razón. Supongo que no hay escapatoria de la dualidad. Ni siquiera para mí 



 

3


A veces la serpiente se levantaba en vertical, la cabeza a un metro del suelo, suspendida, como esperando la llamada de un pájaro en el horizonte. Luego dejaba de responder a las preguntas de la mujer. En esos momentos ella deseaba intensamente alcanzarla, quizá porque sabía que era imposible7. Pensó en cómo las serpientes utilizan el círculo de manera distinta a como lo hacemos nosotros, siempre hacia afuera de sí misma, incluso cuando va hacia adentro8. Y pensó en todas las veces que desaparecía después de sus encuentros, dejando tras de sí sólo un breve temblor de hojas. Pero sabía que volvería al día siguiente.  


M: Serpiente, ¿qué haces el resto del día, cuando no estamos juntas?

 

S:

4


M: Serpiente, cuando muerdes a tu víctima ¿sientes su dolor? 

 

S: A veces sí, a veces no

 

M: Tus respuestas son muy esquivas para ser de serpiente. ¿Cómo es en el momento justo antes de morder? En imágenes cinematográficas lo vemos suceder de manera muy veloz 

 

S: A ti te parece veloz porque sucede de manera espasmódica, como un orgasmo. No es algo sobre lo que tenga completo control. A veces pierdo el conocimiento, otras veces percibo cada diminuto instante con claridad vertiginosa. Mi cuerpo se tensa como una cuerda de arco, mi cabeza ya no requiere esfuerzo para alzarse, mi quijada se abre por cuenta propia y es como si todo mi ser se dividiera en dos. Hundo los dientes en el pelaje y siento el pulso tibio. Como serpiente he renunciado a la habilidad de producir mi propio calor corporal9 para poder sentirlo todo, cada rumor de sangre, cada intención de fuga. Me acerco, invisiblemente, y lanzo la mordida en silencio. A veces ni siquiera me doy cuenta de ello hasta que ya estoy deglutiendo el cuerpo entero. Sólo cuando he recubierto la víctima por completo con mi piel – y adoro poder hacerlo, estirarme de ese modo – ese es el único momento en que el impulso que soy se tranquiliza. Entonces duermo con el cuerpo dentro mío. Por un rato, los dos estamos muertos


 

5


La serpiente padecía drásticos cambios de estado de ánimo, y la mujer a su vez sufría por ello. Algunos días la serpiente le regalaba una respuesta fascinante, otros días se quedaba callada, otros días era sarcástica10. Ahí era cuando la mujer comenzaba a dudar de sí misma, de quién invadía el espacio de quién y cuándo era al revés, de si el11 balcón le pertenecía realmente a la serpiente, la cual, magnánima, le permitía a la mujer estar de visita.   

 

M: Serpiente, ¿cuál es la verdadera naturaleza del deseo? 

 

S: Mujer, todo el mundo me pregunta eso. ¿No tienes algo más interesante de qué hablar? Eso es como preguntarle a la luna por los misterios del amor 

 

M: De acuerdo, ¿cuál es tu opinión sobre el poema de Rumi sobre la rana y el ratón? 

 

S: ¿Es eso algo como la sirenita? No soporto los cuentos de princesas 

 

M: El cambio climático inducido por los humanos y la extinción masiva de las especies. Seguro tienes una opinión tajante al respecto 

 

S: Terrible. ¿Qué más? 

 

M: ¿Qué haces cuando no puedes dormir? 

 

S: No duermo. ¿Qué más? 

 

 

6


Incluso cuando la serpiente estaba del humor más negro, la mujer nunca quiso cortar la conexión, pues sentía que sus interacciones siempre le enseñaban algo12. Pero un día la serpiente sencillamente no apareció. La mujer trató de elucidar qué había pasado, si le había dicho algo ofensivo, o si había habido algo que no entendió. Llamó desde su balcón todo el día: ¡Serpiente! ¡Serpiente!


Se le ocurrió que quizá era una especie de demostración de su parte, una lección sobre la estructura del deseo mismo. Recortó un rectángulo en el centro de una hoja en blanco. Miró por esa ventana: mira dónde vive el deseo, se dijo. Hizo una lista de cosas que quizá la serpiente intentaba enseñarle acerca del deseo:

  

  1. para crear deseo primero hay jugar con la expectativa: crear un patrón, luego romperlo

  2. el deseo es un abrazo amigable que se vuelve de pronto eléctrico 

  3. el deseo dibuja una roseta que comienza en el pecho luego baila por todo el cuerpo 

  4. el deseo es también el impulso de huir de lo que hemos hecho 

 

Pensó en que la ausencia era el método de la serpiente, y prestó atención como fiel discípula. Comenzó a esperar en el balcón dos horas antes de la hora habitual, observando cómo el deseo viraba bruscamente dentro de su cuerpo como un chango enfurecido golpeándose contra los barrotes de la jaula. Tomaba nota de las formas, colores, sabores de su rabia; analizaba todos sus componentes. Extractos de su diario:


 

Día 19 


El cielo sigue rugiendo como panza hambrienta.

  

Día 22 

 

Amistar mi aburrición, mi carencia.

Notar cómo se apodera de mí.

Cómo, cuando decidí otra cosa,

y salí a dar una larga caminata,  

en sandalias, sin importar las amenazas de lluvia,

y puse atención a esta pulsión, al modo en que

las plantas temblaban

y se estremecían en el viento, como en perpetuo  

anhelo. Esto también

es parte de –  

 

Y luego  

palabras, mezclando lujuria y tenerezza,  

aparecen inesperadas en mi pantalla.  

 

El cielo ruge, enfurecido

por mi distracción. 

 

Al parecer lo único que me importa es

este encuentro imposible, un instante

entre los bits y bytes,

a la estratósfera, a través de un satélite

luego de vuelta a la tierra:

  

visto 22:03 

 

En verdad soy –  

 

Lo único

   que jamás  

hemos querido

es ser vistos. 

 

Ser escena: 

mirados, contemplados  

aceptados

  


Día 23 

 

En el cuarto grande, en la iglesia, el lugar en donde de noche tuve tanto miedo.

Finalmente vine aquí a trabajar.

A estar sin internet, a ponerme manos a la obra.


Y descubro el espejo sin el cual he estado todos estos días.

El espejo en el que nunca quise verme. El que en la oscuridad temí tanto.


Encender la luz, esos dos segundos de terror antes de que parpadee el tungsteno.

El silencio terrible de cachivaches, arrojados

instrumentos musicales rotos

su tonada como esqueleto

de ratón en formol


Y contemplo mientras

mi cerebro se vuelca hacia mi teléfono: querer querer querer 

 

ser amada

 

Día 24 

 

En mi cuerpo, llena de desplazamientos. Pergaminos del mar muerto, deslizar siempre hacia abajo, hacia abajo, sin llegar. Siempre comiendo pero nunca nutrida. Confundiendo esta hambre con una necesidad específica, en lugar de un mal-estar. Antes de que existiera la televisión, solíamos sentarnos alrededor del fuego y realizar algún espectáculo para entretener a los demás. Aún lo hacemos, pero de una forma que nos hace sentir devastadoramente solos.


Googleo esto, y el internet me dice que lo que siento es completamente normal, que hay cientos de miles de personas como yo, distribuidas alrededor del globo. Nos decimos nuestros secretos más viles, esta es nuestra manera de estar en casa. Mis dedos como cangrejos, moviéndose de lado por el teclado. Siempre quise estar junto a ti. No me importaba que fueras un infeliz, leña seca, la mitad del cuerpo hundido por la tristeza, y que ya no creyeras en la vida. Quería agarrarme de tu brazo y caminar por las calles, mis talones rebotando contra el empedrado, y sentirme protegida. 

  

Ser en cambio la esposa de una misma –  

 

Día 25 

 

Posteo una selfie 

 

me conduzco con dulzura  

 

al escenario  

o al altar 

 

llevarme a mí misma flores

y lluvia

 


Día 26 

 

Alcanzar mi teléfono

verificar la hora

cuando no recuerdo la palabra

para que me entretengan

cuando algo duele, para ver los síntomas

cuando no recuerdo el camino

cuando me sé el camino pero quiero estar segura

cuando no me sé el horario de trenes

cuando me sé el horario pero quiero estar segura

cuando se pone el sol, abrasando un arco en el cielo

para documentar este momento

para vivir este momento

para vivirme documentando este momento

para documentarme viviéndome documentando un momento que estoy viviendo

cuando me siento sola, para ver qué hacen los demás

cuando no tengo información, para ver qué transmiten los demás

cuando no recuerdo la letra, o la melodía, de esa canción

para hacer las compras, cuando estoy en el gimnasio

para abrir la app del yoga, cuando estoy en el trabajo

para acordar una cita, cuando estoy en el baño

para leer un artículo, mientras camino de A a B

para revisar mi correo, mientras hago cola en la oficina de correos

para atisbar si alguien me recordó hoy

para comprobar que aún no das señal de vida

para enfadarme, si alguien más insiste en algún mensaje anterior

que olvidé responder


mi teléfono para rellenar todos los huecos

 


Día 27 

 

Para parafrasear el trillado meme de Charlie Chaplin

que vi enmarcado en la pared de la pizzería el día de hoy:

el silencio es oro; tendemos a comprar ruido en su lugar.


Y algo sobre buscar en mi teléfono una forma de

ruido o interferencia, como querer

que me salven de vivir este instante

con todo su bello y atroz aislamiento

 


Día 28 


El internet me dice que la palabra

galesa hiraeth significa

añoranza de un hogar al que no puedes volver, o que nunca fue” 

 

Me balanceo entre esta palabra y su antónimo:

estar en casa en el lugar desconocido en que siempre estuviste, y que siempre ha sido” 

 

 

7


Finalmente, después de un mes o algo así, la serpiente volvió, campante como río13, silbando una canción.

 

M: ¡Serpiente! ¿Por qué no viniste? Te esperé todo el día, durante semanas, creí enloquecer

 

S: Me quedé dormida. Estaba digiriendo un ratón 

 

M: Pensé que intentabas enseñarme una lección14 

 

S: No, claro que no. Ni siquiera puedo imaginar qué tipo de lección querría enseñarte, o con qué motivo. ¿De qué hablas? Ven, déjame abrazarte 

 

M: ¡No me toques! 

 

S: ¿Qué te pasa? 

 

M: ¿Cómo te atreves a desaparecer así, sin rastro? 

 

S: Esta hostilidad en ti nunca la había visto



8

 

La mujer vio alzarse la cabeza de la serpiente, la quijada cayendo como un hilo de miel, en preparación. Se miraron fieros a los ojos.

 

M: ¿Cómo te atreves a volver esperando que todo sea igual? Me sentí tan ruin, tan traicionada

 

S: Lo siento… el ratón, el sueño…

 

M: Ya sé que necesitas comer15. ¿Pero no podías por lo menos enviar un mensaje? Un pilar de humo, un chasquido de trueno 

 

S: Sí lo pensé, pero me parecía egoísta enfocar mis energías en algo que no fuera digerir al ratón que acababa de sacrificar. No es fácil privar de vida a un ser. Ya que debes hacerlo, porque no hay alternativa, al menos muestra un poco de respeto y consideración

 

M: ¿Y yo qué? ¿No merezco consideración y respeto? ¿No soy acaso como el ratón? 

 

S: Nuestros diálogos no son tan violentos

 

M: Pero igual nos damos y nos quitamos algo, mutuamente 

 

S: Tienes razón. Perdóname. No tenías forma de saberlo  

 



9


La serpiente miró hacia arriba, como un perrito a sus pies, y dibujó una figura ocho en la arena, señal de sumisión y arrepentimiento


M: Pensé que había hecho algo mal16


S: Perdóname

10


Lo dijo con tal humildad que no supo rechazarlo. Le permitió trepar por su brazo, recorrer su nuca, cruzar su pecho. La dejó incluso tocar su nariz fría contra el pezón. Cuando hizo esto, el sexo de la mujer se iluminó en la oscuridad, como una bengala dentro de un cáscara de almendra. El camino recorrido en su piel parecía doler en distintos colores17.

 

M: ¿Podemos inventar algo, un hilo que nos una para yo saber dónde estás? 

 

S: Lo que quieras. Por ti, me volveré tan larga como el hilo más largo. Amarraremos una punta del hilo a mi cuello y la otra a tu muñeca, así podrás sentir cada uno de mis movimientos, y siempre sabrás en qué estado estoy. Siempre que me necesites podrás jalar un poco, y yo me apresuraré a volver.



11


Sobra decir que no hay nudo que pueda atarse alrededor de una serpiente. Esta otra definición de deseo ni siquiera requirió ninguna explicación para que la mujer comprendiera.




1 ¿Quién fuiste? ¿Por qué te dieron mi nombre

desde antes que se levantaran

en revuelta los cerros?

¿Por qué me dieron el tuyo con una boca

entintada de fuego?


2 Mira esta antigua postal del Tibet.

Las montañas nos fueron enseñadas como la imagen de la inmovilidad.

Pero el caos del que nació esa morfología

sigue empujando

al alza

3 El balcón un espacio liminar, tallado en la ladera de la montaña,

tanto adentro como afuera. Como lo que separa

el día de la noche: frontera meramente intuida.

Pensé que ahí no había espinas, pero luego noté

las verjas con púas sembradas en la tierra como hileras de maíz,

soldados en exoesqueletos en un lado,

apuntando sus AK47s


4 “Me imaginaré

sin brazos,

sin piernas,

sin cuerpo alguno,” etc.,

todo el conocimiento robado del cuerpo

transcrito en línea:

cómo en el proceso olvidamos

cómo aprender

cómo saber


5 Subir el cerro cojeando como maga antigua,

la cabeza arrebujada en conocimiento oscuro,

quería poner espacio en torno tuyo:

sitio para respirar

una noche de quietud absoluta

un círculo de conciencia, expandiéndose

una estación de trenes en la madrugada, su escalera mecánica subiendo a ninguno

las luces iluminando el camino para ninguno

dando tajadas al agua


6 Steve Jobs había dicho lo mismo:

sólo aléjate, y despierta

7 Años después, mi amante y yo

inventamos una palabra para esto: thalassa:

el conocimiento de que todo se volverá polvo

el conocimiento de que

incluso al hablar

todo se está volviendo polvo.

En otro idioma, nada de lo que se dice

es lo que se diría. Los modos de expresión,

las frases, non ancora

tuyas.

Sin embargo el momento

sigue disolviéndose

como ala de mariposa entre los dedos

.



8 ¿Dónde empecé?

La palabra Io como un largo hilo

la tela una urdidumbre de íes


(Oído al pasar: “la libertad individual es siempre

un proceso de crear un mundo con otros”)

¿Dónde empezamos?


Junto al fuego o bajo un higal

voluta pellizcada de lino peinado

chupando humedad.

El auto-impulso de la torsión

ese casi-nada entre índice

y pulgar –

nos quedamos quietos mientras el hilo

atado al peso dibuja círculos por cuenta propia

cayendo, cayendo entre las manos

hacia la tierra:

así es como se hila.



9 Delimítame

con tela anillos corsé

los límites hacen la belleza la corona

de hojas amargas para enmarcar mi cabeza para recordarte

que no soy infinita.

¿Dónde empezamos?


No hay vestigio de tela antigua, sólo su representación

o su huella fósil la tela disipada, el hilo disuelto

sólo la memoria de una técnica, reinventada

historia borrada


10 Dejar ir, pie de nieve 

derretir en mano, derretir en sol 

 

11 Fundamental error de atribución

el que propulsa gran parte de la narrativa:

decir “mío”, “suyo”, “nuestro”;

decirnos dueños

al atravesar el bosque

en senderos trazados por el paso de los lobos

12 Preferíamos vivir de las líneas de falla,

en donde se agitan las cosas.

Quería decirte cuánto avivaron mi mente nuestras conversaciones,

que me propulsaron en un movimiento planetario.

Pero ya te sentía tocar el valle de mi cuello,

ya envolvías tus dedos alrededor.

Mientras apretabas con dulzura, te veía coquetear

con la idea del estrangulamiento.

Ya sentías la glotis

cerrarse en tu puño.

Yo seguía implorando, “Vivamos juntos en una habitación diminuta,

conduzcámonos hacia la locura. ¡Es lo que hacen

los amantes!”

13 Eres un río al que vuelvo cada tanto

un lugar donde fui de nadie, donde fui de nada, donde fui mía, donde fui yo

verdaderamente


14 Me acuerdo de tu nombre como un rezo

cáliz caliente

lisa lengua lux

tierra torrente la T

aterrizando, apuntando con el dedo:

esto, esto, esto.

15 Antes, cuando pensé en ti, el mundo

me entregó un ratón muerto

tieso en decúbito lateral

en lodo de acera.

Lo interpreté como señal de que mi impulso de cuidarte

alimentarte

estar a tu lado

conduciría a una muerte de algún tipo


16 Nunca he entendido el peso de la rueda de huso

el gesto de juntar en guante de mago pulgar e índice

sacando en movimiento giratorio el hilo de mí misma

en autosuficiencia.

Bajo promesa de que hilaría

oro lloré, inútil.

Permití que otro lo hiciera por mí;

a cambio siempre el primerizo


17 En el museo Villa Borghese en Roma

el retrato de Cleopatra por Jacopino del Conte

ha sido colocado directamente bajo la luz

para que el acto de una mujer amamantando una serpiente

solamente pueda mirarse de lado.