l Desertoras SONIA SAN ROMÁN l «Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, quiero
ser tú, tu sangre, esa larva rugiente» Vicente Aleixandre l
La larva surgió de un punto amarillento. Ha sido expulsada por anunciar el cambio, por suspender la inmovilidad de las mariposas que la precedían, por detener la pausa, lo latente, lo ciego. Hay una hoja de morera en la larva, hay una herida en la larva, hay una mujer en la larva que sobrevive y se transforma, que parte del subsuelo y se sublima como una lluvia de barro caliente. Teje la larva, se sutura a sí misma y cubre su fragilidad blanda con hilos brillantes. Ojalá la seda pero no es necesaria. Sirven igual la saliva y la aguja de hueso. Permanece ajena a nuestros ojos la larva mientras se devora a sí misma. De pronto, la humedad en el extremo de la crisálida anuncia la transformación definitiva: la belleza del monstruo igual a ningún otro que ocultará con su sombra el ciclo de inercia y rabia de los racimos de mariposas idénticas. Nacerá de noche y sin rebaño. Ya no será caleidoscopio ni enjambre pero sabrá distinguir por sí misma los componentes exactos de su anomalía, el número de átomos que conforman su abandono y el nombre de las motas de polvo que penden de sus antenas. La muerte la encontrará a los tres días en en el hueco de un árbol en compañía de otras larvas infieles al imperativo de la metamorfosis . |