*Continuum: Mitilene como una infancia-El continuo-Mnemósine LAIA LÓPEZ MANRIQUE/ SARA TORRES/ TXUS GARCÍA
MITILENE COMO UNA INFANCIA Laia
López Manrique "Du fond de mon
passé, je retourne vers toi, Mytilène,
à travers les siècles disparates, T'apportant
ma ferveur, ma jeunesse et ma foi, Et mon
amour, ainsi qu'un présent d'aromates, Mytilène,
à travers les siècles disparates, Du fond de mon
passé, je retourne vers toi. Je retrouve tes
flots, tes oliviers, tes vignes, Et ton azur
où je me fonds et me dissous, À
l'heure des mains jointes" Renée
Vivien Los ojos
vueltos hacia
el barco que se aleja. Los ojos
comprimidos, con el viento en su contra. Antes solía volver
hacia atrás los
ojos, invirtiéndolos, soplando a su través para dar con
el nervio, el pespunte,
la toma de contacto. Entonces venía el recuerdo en mi auxilio
como una chispa
azarosa o una evocación, y yo escribía frases que
creía bellas. Hablaba del
corte, de
la lava que había soldado mi cuerpo, de las pequeñas
lagunas donde mi violencia
se apaciguaba o crecía. Estaciones líricas para el
fracaso, para el devaneo o
la sombra. De ese modo la
poesía
era una devolución. Y me devolvía a un lugar inexistente.
Pero esto nunca
más
volverá a suceder, porque he negado el valor de mi vieja memoria
y he decidido
dar relieve y aliento a mi infancia. He convertido a la memoria en
materia, en
un conglomerado tosco y rocoso, porque mi memoria tiene cuerpo y no es
ya un
silbido que emigra. Mi memoria es la fuente en el agua y no el agua en
la
fuente. Lo que del cuerpo de la fuente
se desliza en el agua caída. Cuando digo "infancia" mi cuerpo ya no
tiembla, mis garras no se encogen. Porque mi infancia no es ya la
infancia que
leía en los libros, la infancia-mito que exploraba como un foco
vivo en el
mentón de un cadáver. Ahora digo "infancia" sabiendo que
la palabra
sí roza a la niña que fui. La niña vive en un
lugar desarbolado, en una región
sigilosa donde el paisaje cede. La niña son mis manos que
toman una caracola
y la colocan en la entrada del oído. Y desde allí escucho
la risa despejada de
las mujeres de Mitilene. ** lloraba por Mitilene por el
aire irrespirable de las cuevas por la brida y el desmembramiento por
las
mujeres sí por las mujeres y sus mordazas por sus cuerpos que
aprendió a amar
siempre demasiado pronto o demasiado tarde ella lloraba porque las
cosas no tuvieran un cuerpo porque solo tuvieran un signo porque solo
tuvieran
un trasvase de golpes y miradas migratorias lloraba ella lloraba porque
el deseo no fuera un cuerpo porque la infancia no fuera un cuerpo
porque el
puño oleaginoso del amor no fuera un cuerpo hay tan pocas palabras para
decir lo mismo pero la piel insiste
EL
CONTINUO “Adoré
el Rostro. La sonrisa. La
cara que hace mi día y mi noche. La sonrisa me tenía a
raya, en éxtasis. En
terror. El mundo edificado, iluminado, aniquilado por un estremecerse
de esa
cara. Ese rostro no es una metáfora. Cara, espacio, estructura.
Lugar de todos
los rostros que me dan nacimientos, que detentan mis vidas. “ Fueron a
un mismo tiempo el Rostro y la fascinación por el
Rostro, la retina tierna y el labio húmedo, un Señora a
ti pertenezco pero yo
naciente ya no soy tú ni tu carne, lo sé porque deseo que
tú me reconozcas. Mi
primera memoria es la del miedo a la separación. La soledad en
tiempos de espera
al encuentro, aprender la noche es para la soledad y sin otro cuerpo ha
de
pasarse; pero reposar el verdadero descanso junto al calor de la
extensión toda
amada del Rostro cuando un Somos
las pequeñas bailarinas en el aula que dan saltos
tempranos sobre el suelo de madera. Antes de salir el pelo recogido en
los
moños, nerviosismo, repaso sus labios con un pincel fino
dibujando el contorno.
Ellas ríen aún queda demasiado tiempo finjamos comulgar
con esta pasta dorada
de trigo, una a una bocas cómplices ojos brillantes tú
eres la sacerdotisa
ahora lo eres tú. Voy junto a la La cueva
vivo núcleo se camina desplegando velos con los
pies descalzos. Todos mis vientres hacen eco a tu voz que ensancha
mientras mi
dimensión decrece te acoge se acomoda. Tú no has venido
de fuera, avanzas desde
el adentro hacia lo profundo, eres el propio pliegue de la piedra no
hay inicio
ni salida no hay entrada todo se ocupa en un maremagno.
Tú-otra-semejante eres
el Rosto que sucede al Rostro, eres ahora el Rostro-primero el
Rostro-único que
descubre lo negado. En la noche "Vivir
abiertamente, sin ocultar nada. Vivir sin
máscara." Natalie
Barney (In
illo tempore)
librabas sangrantes púnicas desde un atolón cretense: tu
rígido lóbulo
frontal y esa cardioide manera tuya de mirarme se golpeaban hasta
desmembrarse.
Tras el recuento de bajas y el reparto de tierras, tu desnudez es ahora
ya
rotunda, ondulada y lúbrica como Hembra-Madre, Hembra-Virago,
Hembra-Clítoris,
Hembra-Héroe que abomina de ser Vestalis
Maxima entre sacerdotes pegajosos de testosterona. Pero
lloraba ella, y claro que dormí
canónicamente en su tálamo sin apenas rozar sus pechos,
consolándola toda la
noche en un vaivén de feromonas y consejos hasta que al amanecer
resultamos
heridas de labios. Eso fue eso lo que nos acercó en un moto perpetuo del que no hemos podido deshacernos
jamás, aunque
sigo abandonando tu cueva cada atardecer. Yo
no escaparía si no huyeras de mi nimbo a causa de esos miedos
que te atenazan
la espina, si la hybris de tus miedos
a las crueles lenguas de los marineros de Tara no te afligieran hasta
las
lágrimas. Noto cómo nos brotan de la garganta sollozos,
corales y versos a cada
intento de vivir sin máscara en este mundo abisal de castigos y
amenazas. Por
eso reniego de mi sangre sáfica, proclamo que pertenezco a
Atenas por ti,
devengo ciudadana de la hipocresía y mi vestidura talar se rasga
por dentro.
Crustácea, sigues con los muslos enredados entre las rocas,
mientras los
pulpejos de mis manos acarician obtusos cada una de tus pequeñas
valentías. Pero
la piel insiste,
tisú lento y animal, minotauro ciego. Y es en
esta ciudad minúscula de tus pupilas dónde deseo
que tú me reconozcas, que me tomes en tus brazos y me mezas
hasta dormir el
terror nemoroso, a las bestias finisterrae
y a los cíclopes que asolan Mitilene. Necesito volver mi rostro
hasta que
realmente me conviertas en estatua, libar tu sexo para que no quede
más gemido
que el del viento entre las caracolas. Líbrame de todo mal,
Señora, protégeme
en tu útero salado, arrecífame, voltéame,
castígame con tu absoluta presencia
sin que las Moiras devoren cada pequeño huesecillo de nuestro
amor, pues yo deseo en ti y te reconozco. No
soy yo la que obedece la voz de las bailarinas de la isla y me obliga a
lamerles los talles, es esta candidez que conservo desde que era
niña, cuando
soplaba las semillas del diente de león, esperando catarsis de
abrazos y
caricias que no llegaban. Cerraba los párpados como infantil
mujer sin sexo,
hombrecita inacabada, y soñaba brisas de tequieros
nombrados con voz ronca. Ahora sé que si enhebro las fibras de
tu cabellera
rizada entre mis dedos, resbalando más tarde hacia cuello y
espalda, siento que
la quilla de mis emociones recala con suavidad a buen puerto. Tanta
sal va a matarme. Moriré agostada y sin un ápice jugo en
mi cuerpo como sigas
besándome desde tu orilla, lanzando tus labios como mariposas
nocturnas, hacia
la ardiente luz de mi ternura. Salazón de Mitilene, radas
empañadas de tus ojos
castaños acariciando cada ensenada de flujo amante, Lesbos. |