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A las órdenes de la noche

MURIEL DEBOUVRY

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I. Las imágenes afloran como las aguas de la tierra negra; los sonidos y memorias se entrecruzan y escriben una música, abren un museo en la cabeza de Ana y exhiben las piezas de una muerte lenta y polvorienta, vigilada por insectos.


II. Los eucaliptus viven bajo la sombra, cuelgan peones, clavan moscas, pudren gusanos. Los eucaliptus son la materia del ardor dice Ana.


III. La psiquis es un pescado que se abre por el medio como una flor roja y azul y flotan las miasmas del dolor y la inquietud del cuerpo, el peso y los nervios, el ano y los llantos. Una imagen mancha a la otra, el bien apesta al mal, las ideas corren para perjudicarse o matarse, el dolor es una epidemia feroz de nervio a nervio, de piel a ojos, cuerpo a espíritu. No hay paz cuando el verdugo diseña una caja donde aislarte a morir de pura vida inanimada y tosca. Las niñas vuelan mancas y tuercas en un lago de argollas iluminadas como hadas viejas. Las ideas y los recuerdos son pinzas de tortura en el pulso de muerte de una poeta desquiciada.


IV. Los ladrillos humedecen las arterias y las sienes, una cabaña de Canadá humea en la lontananza de los prados y el hielo, osos y ciervos y alces aúllan en la noche de la música muerta bajo un olmo de estío anacrónico. El amor no es nunca, las aves se desangran con los picos, el ala se pudre en el abrazo.


V. Nadie más que Tilo comprendería a Ana, su negrura, su boca de perfume sucio, su dolor de rana asesina o de poeta.


VI. Ana busca en las noches de invierno las razones de su dolor.



VII. Ana aguarda el nacimiento de la inspiradora de gusanos. La cabellera comenzará entonces a reverdecer de amor y magia verde los cuentos de hadas purificadores...alientos de la niña contaminada que marchitaba a las flores; ahora una inspiradora en una pagoda de hierbas y hielo se despierta. Que no hay continuidades en tu pensamiento si en tu cabeza de poemas y naturalezas las florecillas renacen muertas, como corros de pájaros que vengaron al dragón que opacó a la niña envenenadora.


VIII. Castillo de hiedras de río. Así eran los cuartos de Ana cuando aún era hija de la inspiradora de gusanos.


IX. Ana tiene treinta años y decidió echarse a la vida. Es una puta.


Si la vida es este agujero donde pululan los gusanos que incuba en sus oídos, la miseria de sus recuerdos, una memoria contaminada de pesares y humillaciones, descenderá entonces al pozo de su vida y flotará entre los microbios del subsuelo.


X. Ana piensa que el demonio es un camino azul de bacterias desde el cielo al lecho de sus sueños pervertidos, malsanos, escalofriantes en la penumbra de la ceguera. Que descienden del infierno una armada de miserias aprisionadas en un globo de infección y vida, que la materia es una broma del demonio, que la salud es una ausencia de gracia, y las lombrices de la tierra las guirnaldas de la vida. El aliento es una bocanada de asfixia dentro de una crisálida insoportable de sobrevivir, cuidar, alimentar, decorar; el bicho poético, el poeta muere pintando los tejidos de su choza amoniacal con las formas de una música que incuba venenos de silencios en los oídos de sedas finas.

XI. Ana pierde sus ojos, destroza sus oídos con lamentos de infiernos, desgasta su cuerpo con una carrera hacia el desierto de agua de un pantano salpicado de lagartos hambrientos.


XII. Ana se queda ciega a los cuarenta años.

Los colores son esferas de viento, crisálidas de insectos mortales, cuevas de niños con alas y gusanos en las manitos, perfumes de gencianas envenenadas, abejas de oídos absolutos y chirriantes.

Las sémolas de mi interior de miel de ámbar. La inspiración es ámbar, es topacio, es granate y cristal de roca, es turmalina negra y ónix rojo. Las heridas-ninfas de la memoria azul. El lugar de las aleteantes murmuraciones. Las sombras son cálidas. La aurora es un animal de rojo, desencanto y abandono. Los tintineos de las zombis del árbol de mi arte blanco. La cabellera es un don del aire de otoño del inconsciente mundo de los gusanos de seda.

Mariposa, monja de blanco, estrías rojas de melancolía, transparencia, invisible monarca de la materia, ordenadora del cosmos y los agrimensores de los abedules, seres de la bilis oscura como los poetas, los que miden el mundo verde y gris. Mariposa, dama áurea el cerebro, querella del subterráneo, telúrica decisión de los gigantes del mundo, veneno de amor.

La crisálida cautiva que protege la sustancia gris del pensamiento. Delicado, grácil cuerpo de una mariposa el poeta asesinado.